El cándido Orfeo y su lira bien afinada

lunes, 7 de abril de 2014 · 22:08
"Caí en los brazos de Morfeo” es una perífrasis que significa "me quedé jetón”. "Sucumbí a la lira de Orfeo” es una manera elegante de decir "nomás tocó su guitarra y le capée”. 
Puede ocurrir que escuchar la lira de Orfeo lo mande a usted (a mí ó a ambos) a los brazos de Morfeo. Siga leyendo y verá por qué lo digo.
Según la mitología griega, Orfeo era hijo del rey de Tracia y de la musa Calíope.  Algunas fuentes afirman que era hijo de Apolo. Así de tremenda era Calíope. O Apolo. O ambos. 
Fuera o no su papá, Orfeo sentía devoción por Apolo, que era (entre otras cosas) el dios de la música y fue quien le enseñó esta bella arte. Además le obsequió su lira, que había fabricado el dios Hermes, con el caparazón de una tortuga. Era una lira equivalente, digamos, a una Breedlove American Series C20 del siglo XXI. Cuando Orfeo la tañía, la gente se reunía para oírlo, pues así descansaba su alma. La de la gente. Y la de Orfeo.
Bueno. Unas almas descansaban, otras se alocaban y otras (¿qué le dije?) de plano se dormían: tañendo la lira fue como Orfeo enamoró a Eurídice, con la que se casó. También, cuando bajó al inframundo, logró dormir al terrible can Cerbero.
Ah, porque Orfeo bajó al inframundo. La causa de ese turismo subterráneo fue la trágica muerte de Eurídice, al ser mordida por una serpiente. El joven viudo no se resignaba. En la orilla del río Estrimón, Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de su amada. Tocaba canciones tan tristes y cantaba tan lastimeramente que todas las ninfas y todos los dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo a buscarla. 
Esto lo puede usted entender si escucha el aria "Qui faro senza Euridice” ("Qué haré sin Eurídice”) de la Ópera "Orfeo y Eurídice” (1762) de Gluck (1712-1787), con la prodigiosa Janet Baker. http://bit.ly/1sm74VM
Si Orfeo hubiera tomado un curso de psicoteología lo habría pensado dos veces antes de hacerles caso... Pero – como buen personaje mitológico – el muy cándido  creyó que su historia podría tener final feliz. Y ahí tiene usted que el pobre, para solaz de dioses, ninfas y diosecillos cuya única diversión era jugar con sus humanitos, les hizo caso. 
Allá en las profundidades del inframundo, tuvo que sortear muchos peligros. Llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y  Perséfone, que le dieron chance a Eurídice de que volviera con él al mundo de los vivos… con una condición. Chá-chá-chá-cháááán.
La condición era que él tenía que caminar delante de Eurídice y no mirar hacia atrás, hasta que ambos hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañaran completamente a la mujer. Caso contrario, ella desaparecería para siempre. Otro personaje (menos mitológico que Orfeo) habría tomado esto como señal de que nada bueno podía salir de aquella empresa.
Pese a su agitación, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto, ni siquiera para asegurarse de que Eurídice estuviera bien cuando pasaban junto a un demonio o corrían algún otro peligro. 
Llegaron a la superficie. Entonces Orfeo, vencido ya por la desesperación (y tal vez porque Eurídice iba sospechosamente muy calladita) volteó la cabeza para verla de reojo. Y claro que ella todavía no había sido completamente iluminada por el sol.  Todavía tenía un cachito de pie en el camino del inframundo. Se desvaneció en el aire, y esa vez para siempre. Áuch. 
Ay, mejor me voy a escuchar "Orpheo”, de Andrew-Orfeo Bird (en Hands of glory, 2012). http://bit.ly/1sm4vDa
Y, hablando de descansar el alma: pasado mañana, jueves 10, a las 20 horas, el Coro Pro Música y la Orquesta Benning interpretarán el Réquiem de Cherubini, en la Catedral de Ensenada.
Allá nos vemos.

Atentamente
bauldemanias@hotmail.com

...

Valorar noticia

Comentarios