COLUMNA CEARTE: El indio (borrado) que todos llevamos dentro

 

Se puede decir que en los últimos tiempos se ha desarrollado una narrativa de la violencia. Esta es en sí un signo de los tiempos, los tiempos que nos tocó vivir.

 

No es necesaria la grandilocuencia para explicar un fenómeno alarmante que se ve todos los días, la violencia familiar. Un microcosmos expuesto en el que nos vemos reflejados de distintas maneras.

 

Ese es quizá el mayor mérito de la novela de Luis Felipe Lomelí, Indio borrado. La exploración de la disfuncionalidad mexicana, retratada en una suerte de anti-héroe juvenil, el güero.

 

Monterrey, sus calles, sus costumbres,  sirven como telón de fondo para explicar una realidad que entre devora nuestra vida mexicana, sus complejos, sus debilidades y sobre todo, sirve para preguntarnos por nuestra condición.

 

El macho, el padre, personaje secundario que habita las páginas del libro como el non plus ultra de esta disfuncionalidad; es macho, es golpeador, es irresponsable, y entabla una batalla con el hijo que está en vías de reafirmar su identidad.

 

La otredad, la sociedad invisible de Monterrey juega el rol más importante en la novela, aquellos que no pueden acceder a los privilegios de la sociedad pudiente, quizá la sociedad más clasista de la república, la regiomontana.

Los adolescentes de las colonias marginales que libran su propia batalla contra la exclusión, y se agrupan en pandillas para intentar darle sentido a una vida para la que nacieron sin posibilidades.

 

Y todo ello coronado por un uso soberbio del lenguaje, en el cual no sobran palabras, un lenguaje austero y exacto.

 

El güero, ese jovencito al que la vida le ha jugado una mala pasada, nos enseña a través de las ampollas de sus manos que ese México sigue más vigente que nunca, el México de los excluidos.

 

La invitación a la presentación de libro se hace entonces, sábado 4 de julio a las 19 horas en la Galería "Ernesto Muñoz Acosta” de Ceart Ensenada, presentamos Daniel Salinas Basave y un servidor.