La comedia política

El problema no son ellos

Por Dan T
miércoles, 19 de octubre de 2016 · 00:00
Estaba Venancio con Manolo que, como ya se sabe, son un par de gallegos bastante brutos (sí, es pleonasmo). Resulta que Venancio se encontró tirada una bala calibre 45 y la estaba mirando detenidamente y entonces comenzó a tocarse en diversas partes del cuerpo con la bala. Lo hacía como si estuviera experimentando, como esos niños que tratan de meter las figuras geométricas en el hueco que les corresponde. Con la bala Venancio se tocaba el hombro y la retiraba. Luego se tocaba el estómago y la retiraba. En cada movimiento el gallego ponía cara de extrañeza. Volvió a tocarse con la bala en la mejilla, en el corazón, en la pierna, en la mano y hasta en una nalga. Extrañado y exasperado, Manolo le preguntó molesto:
-¿Pero qué jolines te pasa, tío, por qué te estás tocando por todas partes con esa bala?
-Pues mira, Venancio, que he hecho un descubrimiento sorprendente sobre las balas y, en general, las armas de fuego.
-¿Qué cosa, Venancio?
-¡Joder! Que lo que mata es la velocidad, no la bala.
Bruto, bruto, pero no tan bruto el buen Venancio, que tenía claro lo que muchos mexicanos no entendemos: que el problema está en otra parte. ¿A qué me refiero? A que nos entretenemos y distraemos con escandalitos por aquí y por allá, y nos pasa de noche cuál es la verdadera bronca de nuestro país. Estamos tan atentos a lo que hacen y dicen los políticos, que nos olvidamos de los verdaderos protagonistas de esta historia: nosotros mismos.
Ahí está el caso, el triste caso, de Javier Duarte. Durante años se dedicó a saquear Veracruz, pero no lo hizo solo, pues en realidad contó con la complicidad de la gran mayoría de los veracruzanos. Aunque hubo muchos que alzaron la voz y denunciaron las transas y los atropellos del gobernador priista, en el fondo fueron más los que guardaron silencio, los que optaron por ver de lejos el escándalo y simplemente criticar sin hacer algo que realmente marcara la diferencia. Al final, esa misma gente fue la que le dio el castigo a Duarte, al negarle el triunfo al PRI y dárselo a otro partido. Claro, el daño ya está hecho, pero esa decisión ciudadana de salir a votar y cambiarle el rumbo a Veracruz, es la prueba que sí se puede lograr el cambio cuando lo hacemos entre todos. Ahora ya sólo falta un pequeño detallito: que el gobierno federal cumpla su parte y meta en lo más profundo y oscuro del penal de Almoloya al gobernador en fuga, Javier Duarte.
Lo mismo pasa en Estados Unidos con Donald Trump. El problema no es que el empresario sea antimexicano, racista, mentiroso, embaucador, transa, ojete, malnacido, pocohombre, evasor de impuestos, comecuandohay, pocoshuevos y machista. Todo eso es bronca del propio Trump. El verdadero problema, el de fondo, es que haya tantos, pero tantos gringos estúpidos, dispuestos a votar por él. Eso es lo que nos debería preocupar. Que sus discursos sean incendiarios, en realidad da lo mismo. Lo grave es que haya tanta gente dispuesta a comprarle la gasolina a Trump.  

Amor a primera vista
Un hombre y una mujer se conocieron por Internet. ¿Alguna vez has hecho una cita por internet? Dicen que hay una app llamada Tinder que es única y exclusivamente para ligar. Dicen, me han contado, yo por supuesto no la tengo, ni mi cuenta es @DanTElGrandoteDeTodasPartes por si me quieren mandar fotos. Bueno, el asunto es que se conocieron, se vieron en un café y en la plática le dice ella a él:
-Bueno, Carlos, ¿y qué es lo que esperas de una mujer en una primera cita?
-Pues, este. Ah, ya sé: ¡Que no me cobre!

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