Bajo palabra

Por las calles del barrio

Por Hadassa Ceniceros Romero
viernes, 21 de octubre de 2016 · 00:00

Recientemente he acudido a varias oficinas en el poblado de El Sauzal, sitio donde mi familia ha residido por casi sesenta años. Hacía mucho tiempo que no recorría algunas de las calles y realmente no conocía los lugares de mayor concurrencia en la región. Curioso el dato de que en las tres o más ocasiones que me he encontrado en trámites locales haya habido quien me pregunte si soy de tal o cual familia con nombre y apellidos. La pregunta da pie a preguntarnos unas a otras (personas) quiénes somos, dónde vivimos y ubicarnos en el plano del poblado, digamos cuál calle o cuál barrio y si considera uno que sea de mayor renombre agrega el parentesco con un personaje, soy la hija del boxeador, esposa del profesor, nieta de doña X, o madre de un político. En un breve tiempo la inquisidora (siempre ha sido mujer) se presenta como residente de tiempos lejanos o nativa de este barrio.
He tenido tiempo de buscar con la mirada sitios donde en la época de mi niñez habitaban compañeros de la escuela primaria, y hoy son explanadas de concreto en lo que da inicio a un parque industrial.
Descubro calles con las que me siento identificada y hay algunas en las que puedo decir uno a uno los nombres de las familias que vivían ahí.
Estos días otoñales me recuerdan periodos en los que incursioné curiosa el vecindario nuevo al que nos integrábamos.
Miro en Facebook las páginas de algo que se llama Museo El Sauzal, encuentro fotografías de hombres y mujeres a quienes conocí o fueron conocidos de mis hermanos, no siempre identifico caras, la edad se nos ha venido y como antecedente de la vejez tenemos algo muy parecido al cansancio en la mirada. Las reinas de algo son ahora abuelas distintas en mucho a los rostros que recuerdo.
Pienso que debo tener un rostro o una apariencia muy parecida a muchas otras, de ahí la confusión frecuente por relacionarme con alguna familia de El Sauzal. Hubo quien me preguntó "por tu hermana, la que escribía y vivió en Guadalajara”, casi me da pena al decirles soy yo. Me preguntan ¡a mí misma por mí!
En la memoria regresamos a ser los niños preadolescentes de quinto o sexto año, cuando las diferencias físicas acercan y las emocionales distinguen. En aquellos días no usábamos uniformes así que las posibilidades económicas las marcaba la ropa. Años de crinolinas a las que nunca fui adepta. Mi madre emocionada compró una de un verde extraño para llevar debajo del vestido, debo decir que nunca la usé, se miraban bien en otras pero nunca fue lo mío ni de otras niñas con las que me identifiqué.
Paseo lentamente en mi auto por todas las calles de El Sauzal y me recuerdo, se cruzan etéreas las imágenes de compañeros fallecidos algunos, otros desaparecidos al dispersarse la vida en las diferentes rutas tomadas al crecer, me quedo con los nombres: Aguilar, Luquín, Duarte, Roque, Valdés, Moreno, Molina, Contreras, Maldonado, Villavicencio, Murillo, Pérez, Velasco, Crespo, Arce, Cortez, Moctezuma… y muchos más. Por aquí nos seguimos cruzando y nos saludamos  sonrientes.

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