Columnas

Día del Señor

Por Padre Carlos Poma Henestrosa
domingo, 25 de septiembre de 2016 · 00:00
 Domingo XXVI Tiempo Ordinario Ciclo "C”
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Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico” (Lc 16, 19-31)

Hoy el Señor nos vuelve a hablar, de los bienes espirituales y de los bienes materiales, de lo celestial y de lo terreno, de lo temporal y de lo eterno.

La Parábola del rico, que vivía en medio de muchos lujos y bienes superfluos, y que no era capaz de ver la necesidad de un pobre que siempre estaba en la puerta de su casa. Ambos personajes mueren. Nos dice el Evangelio que el pobre fue llevado por los Ángeles al "seno de Abraham”. Así se nombraba el lugar donde iban los muertos antes de que Cristo muriera, resucitara y abriera las puertas del Cielo.

Nos dice el Evangelio que el rico fue al "lugar de castigo y de tormentos”. Es decir el destino del rico egoísta fue de condenación eterna. Pero el rico no fue al Infierno por ser rico. El rico fue al Infierno por ser egoísta, por no saber compartir, por no tener compasión de los necesitados, por no usar bien su dinero, por usar su dinero solamente para sus lujos. Esto quiere decir que la riqueza en sí no es un pecado. El pecado consiste en no usar rectamente los bienes que Dios nos da. El pecado consiste en no saber compartir los bienes que Dios nos da.

El rico de la parábola, se olvidó de la Voluntad de Dios y se regía sólo por sus apetencias. Por eso falló en caridad, generosidad, compasión, y estuvo pendiente sólo de sus gustos y lujos, olvidándose de Dios y de los demás.

El rico se condena por carecer de una mínima bondad natural, que llamamos compasión, con el necesitado. La misma parábola sirve para sacudirnos de nuestra mediocridad al seguir con nuestra vida bien planificada, pero ausente de comunicación y conexión con el de al lado, el necesitado. Y hoy día solo hay que abrir los ojos para ver las tremendas necesidades que hay en tantos que siguen a nuestro alrededor, buscando un poco de pan, una limosna para poder satisfacer sus mínimas necesidades de pobreza.

La pobreza es una de las plagas del mundo de hoy. Millones de seres humanos padecen hambre. Hay mucha desigualdad en la distribución de la riqueza a nivel mundial y a nivel local. En nuestra vida diaria, vamos a encontrarnos los LÁZAROS, los pobres, los necesitados, los inmigrantes o a los SIN PAPELES, que nos esperan con las manos abiertas, pidiendo ayuda. El hermano necesitado, es el Cristo hambriento, que nos empuja a mirar de frente a los Lázaros que se presentan en la vida, y ver en ellos el rostro del Señor Jesús.

Si queremos vivir de veras la comunión fraterna que celebramos en la eucaristía debemos trabajar por crear un mundo distinto donde todos podamos estar sentados a la misma mesa como hermanos.

Que Dios Todopoderoso los bendiga, acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com

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