DÍA DEL SEÑOR

III Domingo Tiempo de Adviento Ciclo “B”

Por Padre Carlos Poma
domingo, 17 de diciembre de 2017 · 00:00

cpomah@yahoo.com

“Juan les contestó: ‘Yo soy la voz que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor, como anunció el profeta Isaías”
(Jn 1, 6-8.19-28)


Este tercer domingo de adviento también es conocido como el domingo de la alegría “gaudete”, porque ya está muy cercana la Navidad, ese gran acontecimiento que llevamos preparando durante todo el mes. Además de la alegría, la figura de Juan el Bautista, que vuelve a aparecer en el evangelio, nos recuerda la llamada a la conversión propia también de este tiempo.

Es una manera de preparar el corazón, limpiando todo lo que pueda ser obstáculo para que Dios nazca en él. La Iglesia nos ofrece para ello el sacramento del perdón, al que podemos acudir en cualquier momento, y que puede ser un buen compromiso personal.

La figura de Juan el Bautista resulta peculiar; en aquellos tiempos, el pueblo de Israel vivía en una situación de “adviento permanente”, ellos esperaban un Mesías que les permitiera salir de la “crisis” en la que estaban viviendo. Y de repente, en medio del desierto, aparece una figura poco ordinaria, algo extravagante y excéntrica que dice que “las cosas no pueden seguir así”. Y un grupo de gente empieza a unirse a ese “movimiento de indignados”, a través de un “bautismo penitencial” que es señal de algo más grande que está por venir. Es un grupo que pide una transformación, pero que no pone las esperanzas en ellos mismos, que “no son la luz, sino testigos de la Luz”. Pero que, sin embargo, empiezan la transformación por ellos mismos, dejan su antigua vida y gritan con fuerza: “Allanen el camino del Señor”; “en medio de ustedes hay uno que no conocen”.

Hoy también estamos en un tiempo muy semejante; necesitamos transformaciones en muchos ámbitos y para eso seguimos necesitando una gran conversión interior. Porque las cosas que vemos mal, no van a cambiar por “arte de magia”, si no estamos allí para transformarlas, y si previamente no hemos cambiado lo que hay de negativo en cada uno de nosotros.

Empezar a ser testigos no va a ser una misión grata, como tampoco lo fue la de Juan. A nadie le gusta que le digan sus fallas, sus errores. Tenemos que recuperar urgentemente el sentido profético, aunque nos cueste disgustos. Hemos de tener cuidado para que no nos envuelva el conformismo reinante. Juan es consciente de que su misión es ser voz de los sin voz para “allanar el camino al Señor”.

Es el momento adecuado para ponernos en marcha y no perder la esperanza. Cuando colocamos nuestro centro en Dios, El, siempre nos da la respuesta apropiada a la incertidumbre, la luz en la oscuridad y el júbilo frente a la tristeza. Es bueno que, nuestra alegría, sea sincera, no fingida. Fruto de nuestra vivencia interior, de nuestro encuentro personal con Cristo.

¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Qué significa en nuestra familia, en nuestra comunidad? Porque, dependiendo de nuestras respuestas a estas preguntas, es cuándo tendremos más o menos posibilidades de alcanzar o reconquistar una alegría duradera para nuestra vida. Pongamos a Dios como fundamento y pilar de nuestra vida y, entonces, no solamente viviremos con paz sino con una vida alegre y agradecida.

Aunque tengamos muchas experiencias amargas, tropezones, dificultades, ansiedad, problemas y mil cosas. No perdamos nunca la alegría?

Que sigamos preparando la Venida de Jesús en nuestros corazones, nos ayude ser mejores cada día para nos acompañe, proteja y bendiga siempre.
 

...

Comentarios