POR SI LAS MOSCAS

Pequeños espías, Región 4

Por Laura Monzón
viernes, 23 de junio de 2017 · 00:00
El lunes pasado, a través de las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales, se compartió un reportaje del periódico The New York Times, que a la mayoría nos dejó un tanto sorprendidos porque parecía sacado de una película de James Bond. Sin embargo, es real.
Como si no tuviera mejores cosas que hacer y en qué gastar nuestros impuestos, el Gobierno mexicano se ha dado a la tarea de espiar a activistas, periodistas y defensores de los derechos humanos a través de los celulares, con un programa de software llamado Pegasus creado por la empresa israelí NSO Group y adquirido en 2011.
A los simples mortales, la noticia nos pareció alarmante y un tanto escalofriante. ¿Cómo es posible, si a pesar de los problemas que México tiene, hoy día, presumimos de vivir en un país con una democracia más o menos efectiva y donde existe un cierto respeto a la libertad de expresión?
Vamos, podemos hacer memes políticos y compartirlos en Facebook con nuestros contactos, sin que la Policía toque la puerta de nuestras casas, para incautar nuestro disco duro… Supongo.
Pero somos un país de memoria corta y se nos olvida que, en México, la libertad para juzgar la labor del Gobierno es relativamente incipiente; menos nos acordamos bajo qué escuela política estamos siendo gobernados, de nuevo.
Si bien con la llegada de Vicente Fox a la presidencia, dio inicio una cierta época de apertura a la crítica en los medios de comunicación, y hasta la oportunidad de hacer programas televisivos de tipo cómico-político que señalaran al Ejecutivo federal en turno, durante la dinastía partidista anterior eso era inconcebible.
Los mandatarios de corte priista no están acostumbrados al juicio público y mucho menos que ciertos medios tengan la ocurrencia de sacarles, una y otra vez, los errores y "trapitos al sol”, como ha sucedido con Peña Nieto.
Viejo o nuevo, al PRI le gusta hacer de las suyas sin que exista un contrapeso del poder. La apertura a la libertad de prensa otorgada a principios del milenio no es de su agrado, por más que se promulguen a favor de la democracia y el derecho a la expresión libre, a través de sus falsos discursos.
Creíamos que aquella época de represión, control gubernamental y de corrupción desmedida, que marcó la década de los setenta y ochenta, había terminado y que con el nuevo PRI, como promocionó Peña Nieto a Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge, el Gobierno del eslogan "Salvando a México” estaba dispuesto a acatar las leyes, ser honesto y escuchar otras voces para llevar al país hacia el verdadero desarrollo.
Pero nos equivocamos. Pareciera que vamos en retroceso, más que avanzar: periodistas muertos, activistas desaparecidos, gente callada bajo amenazas, corrupción al por mayor, programas de espionaje…
El filósofo y sociólogo polaco, Zygmunt Bauman, dijo que "hay una creciente brecha abierta entre lo que hay que hacer y lo que puede hacerse, lo que importa de verdad y lo que cuenta para quienes hacen y deshacen; entre lo que ocurre y lo deseable”.
Los mexicanos queremos un país mejor; pero una cosa es lo que deseamos y otra lo que estamos viviendo.
Hay que hacer mucho para lograr el desarrollo anhelado, pero a los que hacen y deshacen en este país les es más fácil hacer lo que puede hacerse (aunque sea ilegal), que trabajar por lo que se necesita.
Al Gobierno en turno le es más cómodo gastar 80 millones de dólares en un software espía, que poner a funcionar el cerebro para llevar al país por el rumbo adecuado y llegar al verdadero Estado de derecho.
Si así estamos ahora, ¿qué nos depara el 2018?

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