De Política y Cosas Peores

sábado, 19 de octubre de 2013 · 23:39
Un individuo con atuendo de cazador entró en la carnicería. Lo acompañaba una estupenda morenaza. Pidió el tipo: "Me da dos patos, por favor”. "No tenemos patos -le informó el carnicero-, pero puedo ofrecerle dos gallinas”. "¡Gallinas! -se enojó el hombre-. ¿Voy a decirle a mi esposa que cacé dos gallinas?”. Don Valetu di Nario, anciano señor, se inclinó en el lecho para darle el beso de los buenos días a doña Pasita, su mujer. "No me toques -le dijo ella-. Estoy muerta”. "¿Qué dices?” -se asustó él. Contestó la viejecita: "Me desperté esta mañana y no me duele nada. Debo estar muerta”. El juez le preguntó al detenido: "¿Por qué está usted aquí?”. Respondió el sujeto: "Por tirarme al lago”. El juzgador le preguntó al segundo reo: "Y usted ¿por qué está aquí?”. Respondió el hombre: "También por tirarme al lago”. Le preguntó el juez al tercer detenido: "¿Y usted?”. Respondió, hosco, el individuo: "Yo soy Lago”. En la merienda de los jueves una de las señoras vio que doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, llevaba su anillo de casada en el dedo índice. Le preguntó: "¿No llevas el anillo en el dedo equivocado?”. "Sí -respondió con acrimonia la mujer-. Lo llevo ahí porque me casé con el hombre equivocado”. Pepito le contó a su amigo Juanilito: "La otra noche estaba yo viendo la tele con mi papi y mi mami. De pronto surgió una escena de sexo desenfrenado. Me dio tanta pena que no supe qué hacer, de modo que seguí viendo las noticias hasta que ellos terminaron”. Tercera llamada, tercera. Hoy a las 12 horas presentaré en la Feria Internacional del Libro, en Monterrey, mi más reciente obra: "La guerra de Dios”, un vívido relato del conflicto cristero, la última lucha armada que sacudió a México. Te espero a ti, que eres uno de mis cuatro lectores, para contarte historias de ese tremendo enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado. Don Wormilio fue llamado a servir de testigo en un juicio. Le dijo el abogado defensor: "Usted, señor, es un buen ciudadano, un hombre honesto incapaz de decir una mentira, de defraudar a alguien, de levantar un falso testimonio o de robar”. "Es usted muy amable, licenciado -agradeció tímidamente don Wormilio-. Yo diría lo mismo de usted, pero estoy bajo protesta de decir verdad”. Babalucas presentó el examen para trabajar en un laboratorio. Le preguntó el examinador: "¿Cuál es el principio de Arquímedes?”. Sin vacilar contestó el badulaque: "La A”. Le comentó un maduro señor a otro: "Soy la economía de México”. "¿Por qué lo dices?” -se sorprendió el amigo. Respondió el señor: "Inflación en el vientre, recesión en el pelo, y caída de aquello que te platiqué”. Dos hombres iban por la calle. Ambos arrastraban el pie derecho al caminar. Le dice uno al otro: "Accidente de automóvil, 10 años atrás”. Replica el otro: "Popó de perro, 10 pasos atrás”. A Florilí, recién casada, no se le daba bien eso de la cocina. Cada noche recibía en negligé a su maridito, que venía con hambre de la oficina, y le decía: "No hice nada de cenar, mi vida, pero aquí tienes tu cena”. Y abriendo la vaporosa bata le ponía a la vista sus encantos. En las primeras semanas aquella táctica funcionó bien, pero llegó el día en que no dio ya resultado. Una noche regresó el muchacho más hambriento que de costumbre. Cuando ella le dijo: "Aquí tienes tu cena”, él encendió la estufa y levantó a su mujercita haciendo como que iba a sentarla sobre la ardiente llama. Le dijo con ominoso acento: "Si me sigues dando eso de cenar, en adelante quiero mi cena caliente”. El buen padre Arsilio preguntó en la misa a sus feligreses: "¿Quién quiere ir al Cielo?”. Todos levantaron la mano, menos Empédocles Etílez, el borrachín del pueblo. "¿Cómo es eso, hijo? -le preguntó el sacerdote con paternal severidad-. ¿No quieres ir al Cielo cuando mueras?”. "Ah, cuando muera sí -respondió el temulento-. Yo creí que ahora”. Llegó un tipo a la agencia de viajes y le dijo al encargado: "Hace tres años me vendió usted un tour a Europa, y en esos días mi esposa resultó embarazada. Hace dos años me vendió un crucero a Alaska, y mi mujer salió otra vez en estado interesante. El año pasado me vendió un viaje a China, y de nuevo mi esposa quedó embarazada. Este año planeo algo distinto”. Le preguntó el de la agencia: "¿Qué planea usted?”. Respondió el individuo: "Llevarme a mi esposa conmigo”. FIN.


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