Ceremonia religiosa

Por: Armando Fuentes Aguirre
sábado, 28 de febrero de 2015 · 00:00
Babalucas les anunció a sus padres que se iba a casar con Criba. "¡No puede ser! -exclamó consternada su mamá-. ¡Esa muchacha se ha acostado con todos los hombres del pueblo!”. Preguntó, desafiante, Bablucas: "¿Y por qué yo voy a ser menos?”.  En el gimnasio la instructora le dijo a Pirulina: "Para este ejercicio debes juntar las piernas”. "No sé si pueda -vaciló ella-. No están acostumbradas a estar juntas”. Los papás de Pepito fueron al cine, y aunque su retoño tenía ya 12 años le pidieron a la hija de la vecina que fuera a su casa a cuidarlo. La muchacha, de nombre Chichina Teté, era dueña de magnificentes atributos pectorales. Pepito insistió en que ella lo arrullara en los brazos para poder dormirse. La madre de Chichina fue a ver cómo iban las cosas, y se sorprendió al ver que su hija tenía a Pepito en el regazo. "¿Por qué cargas así a ese muchacho? -le preguntó-. Ya tiene 12 años”. Pepito sacó la cabeza, que tenía cómodamente albergada entre los opulentos hemisferios de la muchacha, y le dijo con severo acento a la mujer: "No tiene usted derecho a reclamar, señora. Su hija está cobrando”. Comentó Dulcilí, muchacha curvilínea: "Viajar en el Metro es para mí como una ceremonia religiosa. Siempre hay imposición de manos”... Un hombre iba en calzones por la calle. Lo detuvo un policía. Explicó el individuo: "Jugué al póquer y perdí”. Le preguntó el gendarme: "¿Es usted jugador profesional?”. "Pensé que lo era -respondió el tipo, mohíno-. Pero me topé con unos desgraciados que sí lo son”. Una chica le comentó a otra: "Voy a dejar a mi novio. Toca el corno en la sinfónica, y eso no me gusta nada”. "¿Por qué?” -preguntó la amiga. Explicó la otra: "Tú sabes cómo tocan los cornistas: tapan con el puño la salida del aire. Bueno: cuando él me besa quiere hacer lo mismo”. Presenté mi libro "Plaza de almas” en las ferias internacionales de Guadalajara y Monterrey. Ahí dije que este libro es el más reciente de los que he escrito, y añadí: "Y quizás el último”. En ambas ocasiones escuché la voz del público que dijo: "¡No!”. Eso me emocionó, naturalmente, pero también, como dicen los muchachos, me sacó de onda. Sentí en esa exclamación el afecto de la gente, y en mi pequeña vanidad creí percibir que le gusta lo que escribo. No se me escapa el hecho indubitable de que -lo dijo Frank Sinatra- el final se acerca ya. No le temo (al final, digo, no a Frank Sinatra). Tampoco tuve miedo del principio. El otro día, en el desayuno que los lunes tengo con un querido e inteligente amigo, el poeta Jesús Cedillo, se nos acercó un señor de 90 años, según manifestó al presentarse. Nos dijo: "No se levanten. Únicamente quiero saludarlos. A los personajes como ustedes los debe uno saludar, porque luego se nos van y se queda uno con la insatisfacción de no haberlos saludado”. Cuando se retiró después de ese saludo amable le dije a Jesús: "He ahí la viva representación del optimismo”. Yo también soy un optimista, pero el pensamiento de estar cerca del final me lleva a ser más íntimo, más personal en lo que escribo. Ahora presentaré "Plaza de almas” en la Ciudad de México mañana domingo, a las 13 horas, en el Salón de Actos de la Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería. Hablaré de mi vida y de otras vidas; diré cosas que pertenecen a lo más cercano de lo que soy y he sido. Espero verte ahí para darte las gracias por ser uno de mis cuatro lectores. El administrador del hospital le dijo al hombre que pedía informes: "Nuestra tarifa es de 3 mil pesos diarios la cama”. "Es un abuso -protestó el individuo-. En otras ocasiones he pagado 3 mil pesos por una cama. ¡Pero la de ustedes está vacía!”. Himenia Camafría, madura señorita soltera, iba a tomar el avión. El guardia de seguridad la palpó detenidamente y luego le preguntó: "¿No trae consigo un arma, o cualquier otro objeto prohibido?”. "¡Eso qué importa, guapo! -respondió Himenia respirando con agitación-. ¡Bésame!”. Rosibel le dijo a Susiflor: "En invierno me dan muchos resfriados”. "Es que no te cubres el pecho’” -comentó Susiflor-. "Trato de cubrírmelo -aseguró Rosibel-, pero mi novio me lo descubre, y siempre trae las manos frías”. FIN.

MIRADOR

¿De dónde saca don Abundio su sabiduría? Es viejo en años, sí, y es hombre de prudencias, pero ese saber suyo parece de muchos siglos y de muchas gentes. Lo oigo hablar y percibo en sus palabras resonancias del Arcipreste de Hita, de Espinel, del Conde Lucanor...
Las mujeres se quejan en las cocinas del Potrero, y en el patio mascullan los muchachos. Hablan de la sequía; de lo caro que está todo... Alguien pregunta:
-¿Qué iremos a hacer?
Don Abundio le da un trago a su taza de té de yerbanís y sentencia con sosegada voz:
-Al borrego trasquilado Dios le mide el frío.
Quiere decir que cuando Dios no da, o cuando quita Dios, al mismo tiempo ve por sus criaturas de modo que puedan llevar su carga de sufrimiento o de necesidad.
Es cierto: "Al borrego trasquilado Dios le mide el frío”.
¡Hasta mañana!

MANGANITAS

"Mejorará el tiempo.”
Aclarar me causa grima,
y bastante sentimiento,
decir que ese pensamiento
se refiere sólo al clima.

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