Domingo XVII Tiempo Ordinario Ciclo “A”

“El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo” (Mt 13, 44-52)
sábado, 26 de julio de 2014 · 22:08
En el Evangelio de hoy, Mateo nuevamente nos trae tres parábolas: La del Tesoro escondido, la de la Perla fina y la de la Red de pescar. Son muchas las veces que Jesús nos habla en el Evangelio del "Reino de Dios”, del "Reino de los Cielos”.
El Reino de los Cielos es, ciertamente, la presencia de Cristo en medio de nosotros y el anuncio de su mensaje de salvación. Pero la salvación que Él nos vino a traer se completa en la eternidad cuando lleguemos a participar de la plenitud de la presencia de Dios en el Cielo. Y para llegar allí, para vivir el Reino de los Cielos y para vivir en el Reino de los Cielos, debemos "vender” todo lo demás y "comprar” ese terreno y esa perla que es nuestra salvación, que es el Cielo.
¿Qué significa "vender todo”? Es dejar todo lo que no nos lleva a Dios. Es dejar nuestra vida de pecado y los anti-valores que hemos considerado buenos, pero que, vistos a la luz de Dios, realmente no lo son. Es dejar nuestras viejas maneras de ser y de actuar, nuestros apegos, todo lo que hemos preferido antes que a Dios. Porque si seguimos con esas cargas no vamos llegar al Reino de los Cielos. "Vender todo” es equivalente a "Amar a Dios sobre todas las cosas”, porque, si deseamos llegar al Reino de los Cielos, ninguna de las demás cosas y personas pueden estar antes que Dios.
Pero recordemos que no nos basta ser predestinados por Dios (todos los seres humanos hemos sido predestinados para el Reino de los Cielos), pero no todos llegan. ¿Por qué?  Porque, si bien Dios nos creó sin nuestro consentimiento, no nos salva y glorifica sin nuestro consentimiento, sin nuestro "sí”, sin que vendamos todo lo que no vale para poder comprar lo que sí vale, que es el Reino de los Cielos.
Muchas veces estamos dejando el terreno con el tesoro escondido por terrenos que no valen nada. Estamos dejando la perla fina por perlas sin valor.
Recordemos que en otro momento nos dijo el Señor, también refiriéndose a su Reino y comparándolo con otras riquezas: "Busquen primero el Reino de Dios y lo demás les vendrá por añadidura”.
El domingo pasado veíamos cómo el Reino tiene que extenderse a todos ya en este mundo, a pesar de las dificultades del maligno. Estas dificultades son el dinero, el materialismo, el ansia de poder, el egoísmo, el relativismo moral.
Hoy Jesús nos dice que poseer al Reino es lo más grande que nos puede ocurrir, como aquél que encuentra un tesoro en el campo y vende todo para comprar el campo, o el comerciante en perlas preciosas que encuentra una de gran valor y vende todo lo que tiene para conseguirla. Pero muchas veces no nos damos cuenta de que el tesoro, Jesús, está muy cerca de nosotros.
Hoy, más que nunca, vemos que el tesoro de la fe es joya escondida en el inmenso campo de nuestra sociedad. Resulta arduo dar con él; nos quedamos en las cosas y olvidamos las personas. Apostamos por las ideas y relegamos el lado humano de los que las defienden. Nos asombramos por la grandeza del mundo y desertamos de Aquel que lo creó para la perfección, disfrute y supervivencia humana: A Dios.
Jesús de Nazaret nos muestra en el evangelio de Mateo de hoy que todo hombre y toda mujer buscan su tesoro. Claro, algunos, lo encuentran; otros, jamás. Y muchos creen que han encontrado un tesoro cuando, en realidad, solo han hallado baratijas, imitación. La cuestión es saber, y discernir, cual es nuestro tesoro oculto verdadero y necesario para que nuestra vida sea mejor.

Que el tesoro de la presencia del Reino de Dios entre nosotros,los acompañe, proteja y bendiga siempre.

cpomah@yahoo.com

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