Espectáculos

"Soy metiche e inquieta”

Regina Orozco habla sobre su pasión por la música y se considera una mente que siempre está buscando con qué más experimentar
sábado, 4 de julio de 2015 · 00:00
México, DF. - La música ha sido, toda mi vida, la llave mágica que me ha permitido jugar en un escenario, que me ha dado la oportunidad de interpretar ópera en Bellas Artes, de ser la cómplice de Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez en el cabaret o de cantar junto a mi admiradísima Eugenia León, entre muchas otras.

Sí, todo esto entra en el rango de "música culta”, para la cual muchos dicen que está educada mi voz, pero yo soy metiche e inquieta, mi sangre hierve por todo el cuerpo y mi mente siempre anda buscando con qué más experimentar, con qué más jugar.

Después de grabar con la gran Omara Portuondo mi siguiente disco, Pedazos del Corazón, con boleros de Agustín Lara y Álvaro Carrillo, llegaron a mi cabeza este montón de preguntas: ¿qué más quiero cantar?, ¿qué más hacer?, ¿qué más probar?
Y, de golpe, en un camerino surgió la idea de hacer algo diferente en mi carrera: cantar varios temas de muchos íconos de la cultura pop en español y darle rienda suelta a la posibilidad de jugar, de reencontrarme con una parte de mi vida personal que ha sufrido, que ha amado y gritado de dolor por un amor que ya se fue.

Debo reconocer que los canté a solas, en mis horas de dolor, derramando lágrimas amargas, pero eso sin dejar de escuchar ópera o música clásica, lo que me llevó a vivir entre dos mundos tan opuestos, pero con el mismo deseo de encontrar el amor.
Ahora me doy el gusto de cantar lo que aún vive en mis recuerdos. Si me preguntan ‘¿por qué?’, yo les digo ‘porque sí’, además de que cada canción es el preámbulo o cierre de las historias que cuento en el espectáculo Canciones pa’ Lavar Trastes, mi nuevo juguete escénico, donde la "heroína” es una mujer que supuestamente ya no sufre y ya no llora, y que ahora es la que necesita hacerse justicia, y las canta sólo para drenar al infeliz que la abandonó y borrarlo de su mente, o, como le decía su tía de San Luis: "ése no era el indicado”.



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