La nobleza de afilar cuchillos

Por necesidad, Delfino aprendió el oficio hace dos décadas; es uno de los personajes del puerto que no permiten la extinción de este servicio.
lunes, 26 de enero de 2015 · 00:00
Nicté Madrigal/EL VIGÍA 
nmadrigal@elvigia.net

El silbido que avisa de su presencia es inconfundible, y aunque las formas de la madera en que montan el esmeril es distinta, el servicio que brindan se ha mantenido a través de las épocas.
Delfino Urenda Garibay es afilador. Este oficio le ha permitido sostener a su familia durante dos décadas, pues por cada servicio que brinda cobra 20 ó 25 pesos, lo que le permite tener ingresos de entre 300 y 400 por día. 
El hombre de 55 años, originario del estado de Michoacán, llegó hace más de tres décadas a Ensenada, y desde hace 11 años, cuando su ex mujer decidió dejarlo con sus seis hijos, ha redoblado esfuerzos dentro y fuera de casa para mantenerse a flote. 
De lunes a domingo, Delfino recorre las calles de la ciudad en busca del sustento para él y los suyos.
La jornada laboral comprende de las 08:00 a las 17:00 horas, tiempo en el que atiende a restaurantes, estéticas, amas de casa, albañiles y otros sectores que demandan sus servicios. 
"Afilo tijeras, cuchillos, machetes, palas… el trabajo tiene su técnica, porque si no, el cuchillo se come o se enchueca. Si dijera que no he cometido errores en mi trabajo, estaría cometiendo un error… pero todo ha tenido remedio”, compartió Delfino.
Con lo que más debe tener cuidado, es cuando afila equipos de manicure o tijeras.
"Hay tijeras que cuestan más de 200 dólares”, expresó.
En su día de trabajo, el padre de familia salió de la colonia Morelos a la ex Aduana y de ahí recorrió otras calles y colonias hasta llegar de nuevo a su vivienda, donde lo acompañan Delfino, Jesús, Rafael, Cristina, Perla y Rocío.
El mayor de sus hijos tiene 27 años y la menor 14; sólo tres estudian. 

EL COMIENZO
A Delfino, una emergencia lo puso frente al esmeril. 
"Cuando mi hijo estaba chiquito una vez se enfermó muy feo. Una vecina me prestó la máquina y fue así como empecé a trabajar afilando y pude hacer mis pagos. De eso ya pasaron 20 años”, expresó.
El hombre ha probado suerte con otros trabajos, incluso en "el otro lado”, pero siempre regresa a la afilada.
"A veces voy al otro lado, me brinco cuando quiero y no hay quién me detenga… nomás tiene uno que llevar toda la fe”, comentó.
Además de ir "a darle la vuela” a sus familiares, labora en algunas temporadas de la fresa y el apio.
"Allá gano 2 mil 600 dólares por semana en el apio, en la fresa mil 200 o mil 300; pero para mí, afilar es un trabajo digno”, dijo.
Además de la buena relación que mantiene con sus hijos, Delfino presume que "hasta la fecha, no hay alguien que haga mejor comida que yo… y hago de todo”.
Sonriente recordó que una de sus hijas le preguntó quién le enseñó a cocinar. "Me enseñaste tú, porque cuando estabas chiquita y tenías hambre, yo tenía que darte de comer”.
Eran las 12:00 y a Delfino aún le quedaban kilómetros por recorrer. Orgulloso retoma su camino con el esmeril al hombro, mientras sopla la flauta que anuncia su presencia.


Por cada trabajo que Delfino realiza cobra 20 ó 25 pesos, lo que le permite tener ingresos de entre 300 y 400 pesos diarios.

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