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‘El ciclo del 68 ya acabó’

Para Joel Ortega Juárez, la vieja consigna “2 de octubre no se olvida” es una letanía religiosa sin sentido en la actualidad
jueves, 20 de septiembre de 2018 · 00:00

AGENCIA REFORMA
Ciudad de México

“Que sean ellos mismos, y que no le hagan caso a nadie; ni a los partidos, en primer lugar, ni a los viejos del 68... empezando por mí”. Es el único consejo que se atreve a dar Joel Ortega Juárez a los jóvenes del 2018.

Participante del movimiento estudiantil, testigo de la masacre del 2 de octubre, líder de la marcha del 71 reprimida con el famoso “Halconazo”, economista y periodista, Joel Ortega Juárez (Ciudad de México, 1946) se auto define como un “sobreviviente”.

No sólo porque no estuvo entre los 58 civiles que murieron en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, o porque no murió entre los 44 jóvenes que cayeron el 10 de junio de 1971 (a pesar de encabezar el contingente de la Facultad de Economía y de que su nombre figurara en la lista de líderes estudiantiles que debían ser eliminados por Los Halcones), sino porque sobrevivió a esa época y a esa revolución que buscaba “el asalto al cielo”.

En su condición de “superviviente”, Ortega acaba de publicar un libro (Adiós al 68) con el que busca desmitificar aquel movimiento que -afirma- ha llegado a ser una lápida para las generaciones que le sucedieron.

“El primer objetivo es acabar con las mentiras y con las medias verdades, y quitar una lápida que yo creo que tiene la gente -sobre todo los jóvenes- de los viejos del 68, que están siempre, así como una lápida, sobre las espaldas de los muchachos”, explica.

MOMENTO DE CERRAR PERIODOS
Para el autor, la vieja consigna “2 de octubre no se olvida” es una letanía religiosa sin sentido en la actualidad. Y, sin embargo, sabe que los jóvenes que han iniciado un movimiento por la democratización de la UNAM y la seguridad en sus planteles, llevarán esa consigna al frente de su marcha.

“No propongo olvidar el 68, estaría loco; simplemente, cerrar el ciclo”, aclara el autor, quien lamenta que, hoy en día, algunos ex líderes de aquel movimiento, a sus 70 años, aún quieran encabezar esas marchas, e incluso participar en las asambleas de los actuales estudiantes.

En las conclusiones de su libro, Ortega Juárez lo escribe con mayor claridad: A cinco décadas, el movimiento del 68 es historia. Nacional e internacionalmente es un parteaguas cultural y político de la segunda mitad del siglo XX. La generación de esa época insólita está culminando su ciclo en este planeta. No podía ser eternamente joven. Envejeció sin asumirlo.

En el planeta y en el país, hoy se encuentran nuevos e inéditos desafíos. El pensamiento no puede tomar asiento. Es la hora de echar abajo todos los dogmas y las camisas de fuerza de las iglesias basadas en ideologías convertidas en religiones de un mundo derrotado por sus propias contradicciones.

Los jóvenes de hoy tienen retos inmensos en todos los planos de la vida. En su creatividad, en su capacidad para usar la ciencia y la tecnología, está el futuro del planeta.

LLEGÓ LA HORA DE DECIR ADIÓS
Líder estudiantil y sindical, miembro del Partido Comunista y promotor en 2000 de la candidatura de Vicente Fox (de quien se decepcionó años después), Ortega Juárez asegura que los jóvenes han estado permanentemente movilizados, a diferencia de lo que señalan otros activistas del 68.

Pone como ejemplos, en orden cronológico, los sismos del 85, el CEU en 86, la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas en 88, la solidaridad con el EZLN en 1994, el CGH en 99 y 2000, el movimiento contra el desafuero de López Obrador en 2004, el #YoSoy132 en 2012, Ayotzinapa en 2014 y los sismos en 2017.

“Es mentira que los jóvenes de hoy sean apáticos”, apunta, “el año pasado, después de los sismos, se calcula que un millón de jóvenes se movilizaron para rescatar y para repartir víveres”.

Sobre el movimiento en ciernes, surgido a partir de la agresión de porros contra estudiantes del CCH Azcapotzalco, el 3 de septiembre en Rectoría, el escritor asegura que es un movimiento legítimo que las autoridades universitarias, y el próximo Gobierno, no deberían tratar de deslegitimar.

Ortega lamenta encontrar, en el discurso del presidente electo Andrés Manuel López Obrador y del rector Enrique Graue, referencias a “intentos de desestabilizar” a la UNAM.

“Fue lo mismo que argumentó Gustavo Díaz Ordaz en 1968”, advierte el ex líder estudiantil, “aquí los únicos responsables de lo que pasó fueron los gobernantes y el rector, no los estudiantes, ni uno de ellos. Si dicen que hay provocadores, que señalen quiénes son”.

“JUZGAMOS A ECHEVERRÍA”
En uno de los capítulos de Adiós al 68, Joel Ortega Juárez hace un recuento de las labores de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), a la que auxilió como miembro del comité ciudadano.

El escritor admite que aún está pendiente lograr la “justicia plena” en el caso de la matanza de estudiantes, pero pide no minimizar los resultados de esa fiscalía.

“Los más importantes fueron las dos órdenes de aprehensión y un auto de formal prisión por el delito de genocidio que el Poder Judicial de la Federación emitió contra Luis Echeverría Álvarez. Como consecuencia, el expresidente estuvo en prisión preventiva domiciliaria durante 847 días por ese delito, desde el 29 de noviembre de 2006 hasta el 26 de marzo de 2009”, refiere en su libro.

Si Echeverría no pisó la cárcel, aclara Ortega Juárez, es porque en 2004 la Cámara de Diputados aprobó una reforma que otorga el derecho a la prisión domiciliaria a los mayores de 70 años.

“Fue un traje a la medida de Echeverría, aprobado por unanimidad, incluso por perredistas, porque nadie más que Echeverría, y hace unos meses Elba Esther Gordillo, han gozado de ese derecho”, añade.

Para Ortega Juárez, 50 años después del 68 es muy importante reconocer que la Fiscalía dirigida por Ignacio Carrillo Prieto avanzó en el castigo a los culpables.

Esto también podría ayudar a que los jóvenes de hoy dejen de cargar con los muertos del 68.

“Decía Marx, citando a Jesús en la Biblia: ‘dejemos que los muertos entierren a sus muertos’, liberemos a las generaciones de la opresión de las generaciones muertas. Ésa es la idea de mi libro, que los chavos sean ellos...”, concluye.

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