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Uno y todo

domingo, 10 de julio de 2016 · 00:00
Por Lauro Acevedo

El vértigo de la velocidad con el acontecer de estos nuestros días en el inicio del milenio, nos lleva a sentir como si todo estuviese fragmentado, como si la separación entre cauces, momentos, sentimientos, acciones, puntos de vista, acepción de la vida, como si esta grieta de separaciones nos llevara a estar aislados en un campo de cercanías no vistas, de asuntos aparentemente desconocidos, en simulada oscuridad para nuestro consciente,  la vida pasa sin darnos cuenta. 

Así somos uno y todo pero con la preventa de la ignorancia, que no de la inocencia, pues el activo subconsciente, trabaja de continuo en el interior de nuestro yo dividido, unificando la información que nos sostiene. 

Como una interna flama encendida en votiva lámpara vamos por el camino de las bifurcaciones como una especie de ciegos con el lazarillo de la razón que de vez en cuando se agota y nos asoma a ese abismo que nos desune, que nos sitúa dentro de una cápsula. 

Esa cueva existencial, cubículo de nuestros monstruos, de nuestras carencias elementales, nos mantiene con sus engañifas, con sus trampas de colación, con sus argucias de confort, en un insano primitivismo de sutil, de venenosa violencia, la desfaz del ser siente en carne propia las heridas. 

No hay mayor violencia ni mayor  vileza que el ataque a través de los mínimos diamantes afilados de la indiferencia, de la falta de misericordia, al mantener la relación de esclavismo afectivo, cuando damos la caricia a cuentagotas para cerrar un contrato de dar poco para recibir mucho.

Maravilla de la existencia 
Somos una maravilla de la existencia, un portento esplendente de la creación, una muestra tangible, cierta de una evolución bilateral, pues somos conscientes de nuestro paso por este enorme universo de universos, nuestra cercana lejanía, lo que nos une con todo, haciendo de nuestra presencia el centro del caos.

Orden y desorden, triunfo y fracaso, herida y sanidad, son unas de las facetas que nos ponen de pie en todos los momentos de nuestro camino.

La vida es un jardín Borgiano, los senderos con múltiples, todo esta en nosotros, estamos en todo. 

No podemos dejarnos en partes por cada uno de los instantes de nuestro quehacer cotidiano, vamos con la integralidad no somos una fauna somos la fauna, manada de rocas, de olas de inmersiones en lo profundo, requerimos de un campo, de una sociedad donde los caminos, los centros de trabajo, los lugares de estudio, los hogares tenga los elementos de cercanía.

Un nuevo plan de cercanías debe ser el impulso creativo que nos una, que nos haga reconocer nuestra diversidad, que nos incluya con todos las diferencias, en un continuo de amor, de verdadera sabiduría del convivir.

Este enfoque de acercamientos que considero necesario para apaciguar los fuegos destructivos de la violencia, del ataque tribal, de la frialdad, de la ausencia de cariño,

De la carencia de capacidad para dar afectos, para hacer sentir a nuestros semejantes como seres de una importancia hermosa, de una vivencia del placer que todos anhelamos como camino a la felicidad que es un merecimiento de la especie.

Pero no, nos resistimos al amor, nos resistimos a recibir los detalles del cercano como un tesoro de valía insospechada, nos alejamos continuamente, en vez de cohesionarnos alrededor del fuego, de esta flama viva que es nuestro espíritu, de esta magia maravillante que nos encausa, que nos conlleva en este río de asombros, en este mundo azul que es nuestra casa.

Miedo de sentir 
Nos alejamos como si tuviésemos miedo de vivir, de sentir, de alimentar nuestro yo con los roces del campo, con las ondas gravitacionales del alma de nuestros semejantes.

Es tiempo ya de alejarnos de mitos ajenos, de mitomanías sadomasoquistas, de esclavismos arcaicos.
Es la época de elevar nuestra emoción a la altura de nosotros mismos.

Seres de luz, aún en la oscuridad más apabullante, somos flama encendida.

La memoria y la esperanza son las guías por donde la enredadera de nuestra sangre florece, da frutos.
Tenemos la sutileza del poema que despierta nuestra voz.

Hemos llegado aquí a este momento de inicio, a este campo abierto para la cercana caricia, para inventar los detalles que constituyan nuestra narrativa, las huellas profundas, seguras, firmes, de la compañía.

¿Podemos?
Desde luego que podemos y queremos, quién no se siente pleno, con el amor cercano, con el saludo amable, con la vista clara y atenta de los seres  que quiere,

El mundo de los deseos entonces de vuelve mínimo en apariencia, pues los pequeños detalles encienden el horizonte de luz, nos llevan más allá de toda función ilusionante, de toda alucinación. Más allá de nuestra lejanía. 

El desasosiego encuentra la paz en el acorde armonioso de una voz que nos ama.

enardecidavoz@gmail.com
@creadordepoemas
Poeta y ensayista ensenadense.

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