Gatuperio
Olfato y cultura
Por Gerardo Sánchez García
¿Cuáles eran los aromas en la cultura maya del México prehispánico?, ¿cuál era la concepción filosófica, religiosa, científica y cultural de hedores, fragancias y demás olores de esos pueblos?
En el número 153 de la revisa Arqueología Mexicana se plantean esas preguntas y sus respectivas respuestas, en un análisis que si bien despierta la curiosidad en torno a los temas antes planteados genera otras interrogantes más genéricas.
¿Cómo investigar objetivamente -literalmente meter la nariz-, en un tema tan efímero, fugaz y subjetivo como son las sensaciones y percepciones del sentido del olfato?
El sentido olfativo si bien es propio de la naturaleza biológica del hombre, también se desarrolla y adapta a la cultura y entorno de cada región.
"En todas partes, los humanos viven con olores: al inhalar y exhalar reconocen el mundo mediante las fosas nasales que enseguida transmiten señales al cerebro. Sin embargo, el olfato también es el sentido más difícil de describir”, dicen Sthephen Houston y Sarah Newman en la introducción del artículo "Flores fragantes y bestias fétidas, el olfato entre los mayas del Clásico”.
Aromas que identifican
Los investigadores destacan la diversidad e intensidad de los olores en las tierras bajas de las selvas tropicales y de ahí -argumentan- la importancia que para la cultura maya tenía el testimoniar esas experiencias olfatorias en sus expresiones artísticas, religiosas y de su vida cotidiana.
Concluyen su artículo: "La arqueología es a menudo sólida y seca: la cerámica, las herramientas de piedra y los huesos sólo estimulan unos sentidos. Sin embargo, la imaginería del Clásico maya nos recuerda que su mundo tropical estaba lleno de olores.
El olor era un aspecto invasor y envolvente en su vida diaria, una fuente constante de comodidad, belleza y repugnancia, humor y verguenza”.
Dejemos a Houston y Newman que continúen husmeando y metiendo sus narices en esa etapa y región de nuestro país y reflexionemos ahora sobre cómo describiríamos nuestra propia cosmovisión en torno a los olores.
Hay aromas que identifican lugares, hogares, momentos y personas. El truco está en empezar a sacudir nuestra memoria olfativa, a la que pocas veces prestamos atención.
Entre cierre los ojos lectora o lector y evoque, tres lugares que caracterice e identifique por su olor.
Desempolve sus experiencias olfativas y recuerde a tres personas por su fragancia, hediondez o humor específico.
Recuerde asimismo -únicamente por el sentido del olfato-, tres momentos importantes de su vida.
El escritor Hugo Hiriart escribió la historia de un espectro que aparecía como un aroma, aunque puntualizaba que no sabía a ciencia cierta si se trataba de una aparición aromatizada o de una fragancia que se había convertido en un fantasma ante la terca insistencia en evocarla.
elsopordelbuitre@hotmail.com
Periodista con más de 30 de trayectoria.
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