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Acerca de la Luna

Este satélite natural ha jugado un papel importante en el desarrollo de todas las culturas
domingo, 7 de agosto de 2016 · 00:00
Por Marco Moreno Corral

A lo largo del devenir humano, la Luna ha jugado un papel importante en el desarrollo de todas las culturas. En muchas ocupó el papel de deidad central, reflejando así la importancia que tuvo en las antiguas sociedades. 

A los primeros grupos humanos les brindó cierta tranquilidad, pues su blanquecina luz les ayudaba por las noches a vislumbrar un entorno peligroso, dominado por predadores que los hacían su botín. 

Su cambiante faz también les sirvió para establecer la medición del tiempo, surgiendo así en las primeras sociedades agrícolas los calendarios lunares, fundamentados en el período de rotación lunar en torno a la Tierra, que es de alrededor de 28 días y cuya manifestación más espectacular son las fases de la Luna. 

Por estos y otros hechos, no debe extrañar que en pinturas rupestres y petroglifos dispersos a lo largo y ancho de todo el planeta, algunos con miles de años de antigüedad, se encuentren representaciones diversas de lunas en distintas fases.

Para las grandes culturas del pasado, la Luna siguió jugando un papel central. Babilonios, egipcios, chinos, griegos y romanos la deificaron. En nuestro continente ocurrieron hechos similares y los olmecas, mayas y aztecas entre otros, incorporaron a la Luna de manera preponderante en sus cosmogonías. 

Los griegos, que fueron los primeros en buscar racionalizar los fenómenos naturales, aplicaron esa actitud a sus observaciones lunares, comenzando así el estudio científico de la Luna. Anaxágoras en el siglo V antes de nuestra era, afirmó que la Luna reflejaba la luz del Sol, lo que le permitió explicar correctamente las fases lunares. Por su parte, Aristarco de Samos unos doscientos años después, determinó por métodos geométricos la distancia que separa a la Tierra de la Luna, encontrando que es de trecientos ochenta y cuatro mil kilómetros (unos sesenta radios terrestres), valor cercano al que se ha calculado en la actualidad.

Esos primeros avances en los estudios lunares se detuvieron y por siglos, durante toda la Edad Media, no se obtuvieron nuevos resultados. Fue hasta el siglo XVII, cuando gracias a los telescopios, varios personajes hicieron avanzar nuestros conocimientos sobre la Luna. 

El estudio de la Luna 
En 1610 Galileo Galilei publicó el Mensajero de los Astros, donde resumió diversas observaciones que había realizado con esos nuevos instrumentos. Entre otros, trató ahí lo que había encontrado al mirar la superficie lunar; cráteres, cordilleras montañosas y extensas planicies. 

Pero no solamente las vio, sino que recurriendo a sus conocimientos matemáticos, pudo determinar la altura de algunas de aquellas montañas, mostrando que alcanzaban considerables alturas respecto de las terrestres. Esas observaciones y las que hicieron otros notables astrónomos de esa centuria, indicaban que la Luna no era un cuerpo perfecto como se había afirmado por milenios, sino que poseía una orografía compleja.

El estudio de la superficie lunar se convirtió en los siguientes siglos en toda una disciplina científica, conocida como Selenografía. Conforme se fue avanzando en ese terreno, los diferentes accidentes de la parte de la Luna que es visible desde la Tierra, fueron recibiendo nombres propios, que en mucho reflejaban la geografía terrestre, pues ahora en nuestro satélite natural hay cadenas montañosas llamadas los Alpes y Apeninos. 

Los cráteres recibieron nombres de filósofos o científicos importantes como Platón, Aristóteles, Aristarco, Copérnico, Galileo y Newton entre muchos otros. Las grandes manchas oscuras de forma irregular que vemos en la superficie lunar, fueron llamadas mares, aunque ahora se sabe que no contuvieron o contienen agua. Fue así que los de mayor tamaño recibieron los nombres de Mar de las Crisis, de la Fertilidad, de la Humedad, de las Lluvias, de la Tranquilidad y Océano de las Tormentas. 

Al avanzar la ciencia, también lo hizo nuestro conocimiento de la Luna. Durante los siglos XVIII y XIX, se lograron avances en la comprensión de los movimientos lunares, lo que permitió elaborar con alta precisión Tablas de la Luna, que entre otras cosas, permitieron establecer con gran anticipación la ocurrencia de eclipses lunares y solares, así como la de las mareas altas y bajas, pues éstas son causadas en buena por la acción gravitacional que la Luna ejerce sobre los océanos cuando se desplaza alrededor de la Tierra. 

Los astrónomos dedicaron muchos esfuerzos a estudiar los movimientos lunares, no solamente su traslación y rotación, sino otros menos perceptibles como la libración. Mostraron así que nuestro satélite gira sobre su propio eje, a pesar de que desde la Tierra siempre vemos una misma cara de la Luna. 

La explicación es que se trata de un satélite sincrónico, llamado así porque su periodo de traslación se ha sincronizado con el de rotación, lo que significa que tarda el mismo tiempo en trasladarse alrededor de nuestro planeta, que en dar una vuelta completa sobre su propio eje.

El siguiente gran avance en la Selenografía ocurrió con el comienzo de la Era Espacial, pues el 7 de octubre de 1959, la nave espacial soviética Lunik 3, tomó las primeras fotos del lado oculto de la Luna, mostrando una superficie algo diferente a la que se observa desde la Tierra, compuesta por terreno montañoso y con mayor presencia de cráteres; incluso uno muy grande que fue llamado Apolo y que tiene un diámetro de quinientos veinte kilómetros, la presencia de mares es menor, pues solamente se encontraron tres, que fueron bautizados como el Mar de Moscú, el Mar de Deseo y Mar del Ingenio.

La exploración espacial lunar tuvo su máxima actividad entre las décadas de 1960 y 1970. La Luna primeramente se estudió en forma remota con sondas que la orbitaron, midiendo diferentes características de su superficie. Luego, el hombre posó su pie sobre ella, lo que sucedió a partir del 21 de julio de 1969, cuando los dos tripulantes del módulo lunar estadounidense Águila perteneciente a la nave Apolo 11, alunizaron en el Mar de la Tranquilidad, realizando muy diversos experimentos y trayendo a su regreso muestras de rocas lunares, que fueron estudiadas en diferentes laboratorios terrestres. Casi simultáneamente los soviéticos lograron posar naves automáticas no tripuladas, que también realizaron variados trabajos de exploración y trajeron otras muestras del suelo lunar. 

Estos dos tipos de viajes se repitieron a lo largo de la década de 1970 y permitieron acumular valiosa información sobre la composición y evolución de la Luna. Se llegó de esa manera a establecer la teoría actualmente más aceptada sobre el origen de nuestro satélite.

Inspiración que ofrece la Luna 
El estudio de esas rocas mostró que la composición química de la Luna es la misma que tiene la superficie de la Tierra, lo que indica  que el origen lunar tenía que hallarse en nuestro propio planeta. 

La explicación que se ha encontrado para este hecho, apoyada por las características físicas lunares, y corroborada por complejos modelos computacionales, es la llamada Hipótesis del Gran Impacto, que supone que la Luna se formó hace unos tres mil ochocientos millones de años, por el violento choque de otro cuerpo del Sistema Solar con la joven Tierra. 

Se ha estimado que las dimensiones de aquel objeto, eran del orden de  un séptimo del tamaño actual de nuestro planeta. La violencia de ese impacto fue enorme, generando grandes cantidades de energía, pero no destruyó a la Tierra, solamente la modificó. 

En el momento del choque, bloques gigantescos de materia provenientes de ambos cuerpos fueron lanzados al espacio, Posteriormente, pero en tiempos cortos de unos cuantos cientos de años, mediante un proceso de acreción similar al que había formado con anterioridad los planetas rocosos cercanos al Sol, fue formada la Luna a partir precisamente de aquellos escombros.

Además de los estudios científicos, la Luna ha atraído la atención de muy diversas personalidades como filósofos y artistas de diversos géneros, ya que se han ocupado de ella, pintores, músicos, escritores (poetas sobre todo),  lo que ha producido una inmensa cantidad de obras de todo tipo. 

En los últimos cien años, el cine se ha visto invadido por películas que de una manera u otra tratan sobre la Luna. No fue casual, que una de las primeras películas mudas fuera precisamente el Viaje a la Luna de Georges Mélis, rodada en 1902, lo que sin duda sintetiza nuestra fascinación por la Luna.

Astrofísico e investigador del Instituto de Astronomía, campus Ensenada, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
mam@astrosen.unam.mx

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