La Tierra, un planeta único

domingo, 8 de octubre de 2017 · 00:00

Por Marco Arturo Moreno Corral* 

Desde el contexto astronómico, la Tierra es un planeta que se formó hace unos cuatro mil quinientos millones de años, en un complejo proceso que fue parte del que originó todo el sistema solar. Los estudios científicos muestran que desde su origen, nuestro planeta ha estado expuesto a cataclismos y transformaciones como choques interplanetarios, bombardeos de asteroides y meteoritos, enorme actividad volcánica y grandes movimientos de su corteza. Estos y otros fenómenos que ha tenido en diferentes etapas de su existir, le han conferido características que la distinguen y que la hacen única.


Aunque en el sistema solar existen ocho planetas, algunos planetoides y buen número de satélites naturales, la Tierra es la única que presenta todo un conjunto de características que además de diferenciarla, han hecho viable la vida en ella. ¿Pero cuáles son? Entre las principales debe mencionarse la distancia media a la que nuestro planeta se mueve en torno al Sol, que es de ciento cincuenta millones de kilómetros, lo que lo sitúa dentro de una angosta franja que los astrónomos llaman zona de habitabilidad, porque dentro de ella el flujo de radiación solar que constantemente recibe la superficie del planeta, es tal que permite la existencia de las condiciones físicas y químicas necesarias para que pueda existir agua en estado líquido, que sin duda es un requerimiento fundamental para la existencia de vida. Si la Tierra se encontrara más cerca, como es el caso de Venus, su temperatura sería mayor y se evaporaría el agua, si por el contrario se hallara más alejada, el agua y otros gases se congelarían, así que ha sido gracias a la posición de la Tierra en el espacio, que han existido los océanos y mares terrestres por miles de millones de años, que en el contexto planetario le dan una característica única, tal y como muestran las fotografías de nuestro planeta hechas desde el medio interplanetario, que nos lo muestran como una bella esfera azul contra un fondo completamente oscuro.


Otra característica importante de la Tierra es que en su parte central, posee un núcleo de fierro y níquel a temperaturas elevadas. Su radio es de 3500 km. En el centro la temperatura alcanza los 6700 ºK; valor más alto que la que tiene la superficie solar. Ese núcleo está girando, así que dada su composición y estado físico, es capaz de generar un campo electromagnético que envuelve toda la Tierra. Este campo semeja el de un imán gigante cuyos polos están en la dirección de rotación de la Tierra. El papel que éste ha tenido a lo largo de la evolución de nuestro planeta ha sido muy importante, pues es un escudo natural que impide la llegada a su superficie de radiaciones altamente energéticas, que son nocivas para los seres vivos. Una manifestación espectacular de la presencia de este campo, es el fenómeno de las auroras boreales o australes, que ocurre porque cerca de los polos terrestres, el campo magnético dela Tierra atrapa partículas con carga eléctrica provenientes del Sol. La interacción que tienen éstas con los átomos que forman nuestra atmósfera, es lo que produce las auroras.

Un planeta único 
Una característica más que hace única a la Tierra en el contexto astronómico es la Luna. De todos los planetas que tienen satélites naturales, el nuestro es el que comparativamente tiene el más masivo y de mayor tamaño, lo que hace que los astrónomos consideren a la Tierra y a la Luna como un sistema, en lugar de hablar de estos dos astros por separado. En efecto, ambos giran en torno a un punto común llamado centro de masa, que se encuentra en la línea imaginaria que uno sus centros, aunque por ser más masivo nuestro planeta, ese punto se encuentra bajo la superficie terrestre. El movimiento que ejecutan en el espacio es como el de una mancuerna en la que uno de los dos cuerpos que la forman, es bastante mayor que el otro. Aunque tenemos la impresión que la Luna gira en torno a la Tierra, en realidad ambas lo hacen alrededor de ese punto. Por la masa que cada una tiene, ambas ejercen fuerza de atracción gravitacional sobre la otra, pero como la Tierra está cubierta por océanos, el tirón gravitacional que ejerce la Luna sobre ellos, obliga a los grandes volúmenes de líquidos que los forman a desplazarse, causando así las mareas. Este movimiento constante de mares y océanos, a lo largo de miles de millones de años ha ayudado a oxigenarlos, favoreciendo en ellos la evolución de seres vivos, pero también ha causado que la Tierra se vaya frenando muy lentamente, pues la fricción ejercida por el movimiento de las aguas oceánicas contra el lecho marino sólido, actúa como una balata de automóvil, que la va deteniendo.

El análisis objetivo 
El estudio de las muestras de suelo lunar traídas por los astronautas, ha mostrado que el material que forma a la Luna, es similar al que está presente en la corteza terrestre. Este hecho ha llevado a elaborar la teoría actualmente más aceptada sobre el origen de este satélite. La información disponible indica que hace unos tres mil novecientos millones de años, tras formarse la Tierra, otro planeta con dimensiones similares a las que actualmente tiene Marte, que se movía en las cercanías de ésta, finalmente chocó con ella. Como el impacto no fue frontal sino tangencial, no hubo destrucción total. Parte de la masa de aquel astro se incorporó a la Tierra primitiva, pero otra se desprendió. Ese material quedó gravitando alrededor de nuestro alterado planeta y en un tiempo relativamente corto, se fue aglutinando, formando así a la Luna. La singularidad de este proceso, sería otra característica única de la Tierra, pues el origen mismo de la Luna, afectó directamente la evolución que experimentaba nuestro planeta, lo que no ha sucedido con los satélites de otros planetas.


La masa de la Tierra es otra característica importante, pues la acción gravitacional que ejerce, le ha permitido retener su atmósfera a lo largo de eones, lo que nuevamente ha favorecido el proceso evolutivo de muy largo plazo que han experimentado los seres vivos. El ozono que es parte constituyente de ella, ha jugado un papel fundamental, pues absorbe la radiación ultravioleta proveniente del espacio, que es dañina para éstos. La atmósfera tiene otra función; ha protegido la superficie de la Tierra del bombardeo de meteoritos. En efecto, los átomos y moléculas de la parte alta de nuestra atmósfera, cuando los meteoritos entran en ella a velocidades considerables, los calientan por un proceso de fricción, ocasionando su destrucción, por lo que realmente llegan a ser muy pocos los que alcanzan el suelo.


Cuando se analiza objetivamente lo que cada una de estas características ha significado en el proceso evolutivo de la Tierra, se comprende lo singular que nuestro planeta es, pues sin duda en su larga existencia, han intervenido sucesos naturales fortuitos que no han ocurrido en otras partes del sistema solar, y quizá tampoco en otros lugares del cosmos.

*Astrofísico e investigador del Instituto de Astronomía, campus Ensenada, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
 

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