El Día Mundial del Asteroide

domingo, 23 de abril de 2017 · 00:00
Por Marco Moreno Corral*

Los asteroides son cuerpos sólidos rocosos, de pequeñas dimensiones si se les compara con los planetas. Se hallan girando en órbitas elípticas en torno al Sol, localizadas principalmente entre Marte y Júpiter en el llamado Cinturón de Asteroides. El primero fue descubierto en 1802 y recibió el nombre de Palas, en honor a la diosa griega Palas Atenea, desde entonces fueron descubiertos muchos otros. Aunque el número de asteroides se estima en millones, solamente algunos alcanzan dimensiones mayores que el kilómetro de diámetro, lo que hace que la masa conjunta de todos ellos, no supere el 4 por ciento de la que tiene la Luna.

La información acumulada durante los últimos cincuenta años sobre los asteroides, hacen pensar a los astrónomos que estos cuerpos de nuestro Sistema Solar, son el resultado de un proceso que ocurrió hace miles de millones de años, tendiente a formar un planeta localizado entre las órbitas que siguen Marte y Júpiter, pero que no llegó a concretarse debido a que este último, siendo el más masivo de los planetas, ejerció grandes fuerzas disruptivas que impidieron ese proceso, quedando en lugar de un planeta de tamaño considerable, un gran conglomerado de pequeños cuerpos sólidos moviéndose en esa región del espacio. Gracias a los proyectos de exploración espacial, en varias ocasiones diversas naves automáticas se han acercado a algunos de los asteroides más grandes y los han podido estudiar con detalle. Una característica que todos ellos presentan, son marcas de impactos que han sufrido a lo largo de su existencia, producidos por la interacción sobre todo con los más pequeños, que al chocar con ellos, han causado verdaderos cráteres.

Entre la pléyade de asteroides conocidos y que han sido bautizados con nombre propios, hay tres que honran al trabajo astronómico realizado en nuestro país; ellos son el Asteroide Hidalgo (944), cuyo diámetro es de 38 km y que recibió ese nombre en honor a Miguel Hidalgo y Costilla; el Asteroide Tezcatlipoca (1980), con diámetro de 4.3 km y el Asteroide Quetzálcoatl (1915) de 500 metros de diámetro.

Exploración espacial 
En los últimos años el cine y la televisión han vendido la idea de que los asteroides son peligrosos para la vida en la Tierra, fundamentada en que los científicos han hallado pruebas de que en el pasado, algunos de esos cuerpos chocaron contra nuestro planeta, causando extinciones masivas como la que ocurrió hace sesenta y cinco millones de años, cuando uno de esos astros impactó en la región que actualmente se localiza en Chicxulub, Yucatán, México. Lo que no dicen quienes promueven esas visiones apocalípticas, es que la probabilidad, calculada a partir del estudio de impactos registrados en la Tierra y de las órbitas que siguen los asteroides, es extremadamente baja, por lo que no representan un peligro real de una catástrofe de esas magnitudes. Sin embargo, gracias al desarrollo que ha alcanzado la exploración espacial, los científicos y en particular los astrónomos, han emprendido investigaciones serias y muy bien fundamentadas, que buscan establecer la potencial peligrosidad de asteroides que pudieran impactar con nuestro planeta.

Como primer paso de esos proyectos, en diferentes instituciones científicas establecidas en diversos países, se han formado grupos de investigación enfocados en el estudio de las órbitas seguidas por los asteroides, que buscan establecer la de aquellos que pudieran llegar a tener acercamientos peligrosos a nuestro planeta. Estas agrupaciones de estudiosos de Objetos Próximos a la Tierra o NEOs (por sus siglas en inglés: near-Earth objects) han establecido a través de observaciones con equipos adecuados y especializados, que en la actualidad existen unos cuatro mil objetos de este tipo, de los cuales unos ochocientos pueden llegar a distancias de la Tierra menores que siete millones de kilómetros. También han establecido los tiempos que transcurren entre interacciones de NEOs de diferentes tamaños con la Tierra. Por ejemplo, han estimado que anualmente impactan con nuestra atmósfera superior unos diez objetos con tamaño de unos cuatro metros de diámetro; la mayoría de ellos se desintegran por fricción en las capas atmosféricas superiores. Objetos con diámetros del orden de siete metros impactan uno cada cinco años, explotando en la parte alta de la atmósfera sin causar daños mayores, mientras que se estima que cada dos mil quinientos años, impacta uno con diámetros del orden de 70 metros. El tiempo transcurrido para que un par de objetos con dimensiones comprendidas en el orden de un kilómetro de diámetro choquen con la superficie terrestre, es de un millón de años y para que cuerpos mayores  a cinco kilómetros impacten a la Tierra, deben transcurrir unos veinte millones de años. Estos datos, que se han derivado del estudio de los que en el pasado han chocado contra nuestro planeta, así como de las órbitas que siguen los asteroides, son tranquilizantes, pues dejan ver que los eventos en que intervienen asteroides menos masivos (más pequeños), aunque son frecuentes a lo largo de una vida humana, generalmente no llegan a afectar la superficie de nuestro planeta.

Destacado esfuerzo 
A pesar de toda esta información, los astrónomos y otros científicos no han bajado la guardia y siguen tomando muy en serio el estudio de los posibles impactos que en un futuro cercano podría sufrir la Tierra, todo ello con la idea primaria de evitar situaciones catastróficas. Incluso se trabaja en la elaboración de proyectos para la posible destrucción, o mejor aún desviación, de cualquier NEO que pudiera ser un verdadero peligro para nosotros.

Gracias a esos esfuerzos y al de otras muchas personas interesadas en este problema, desde el 2015 se ha celebrado el Día Mundial del Asteroide, que ha tenido verificativo el 30 de junio, fecha en la que se conmemora el impacto que en 1908 ocurrió sobre la región de Tunguska, localizada en Siberia, Rusia. En aquella fecha impactó contra la atmósfera terrestre un objeto de unos treinta y cinco metros de diámetro, que al interactuar con los gases que la componen, se calentó al grado de que explotó a una altura del orden de diez kilómetros, causando que la onda sónica producida por la explosión, afectara una extensa zona arbolada de unos dos mil kilómetros cuadrados, derribando de tajo millones de árboles, pero –y esto es importante- sin causar una sola víctima humana.

En enero de este año, gracias al trabajo de muchos grupos de personas de diferentes países y con muy diversa formación profesional, el Comité de la Organización de las Naciones Unidas para Usos Pacíficos del Espacio, acordó establecer el Día Mundial del Asteroide, con el fin de "aumentar el nivel de conciencia sobre el peligro de impacto de un asteroide”, propiciando de esa forma la evaluación adecuada de todo el trabajo que resta hacer por la comunidad internacional, para disponer de datos confiables sobre lo que en realidad sucedería a nuestro planeta por un impacto de asteroide, así que nuevamente el 30 de junio de este año, se realizarán acciones internacionales para que la población comprenda en forma objetiva, los peligros de sucesos de ese tipo.

Astrofísico e investigador del Instituto de Astronomía, campus Ensenada, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

mam@astro.unam.mx

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