Poemas

domingo, 23 de abril de 2017 · 00:00
Por Liz Durand Goytia*

Amiga Sol

Para María Elena Cerecero

Como un sol, tu sonrisa rescata del abismo,
lo ilumina y expande para hacerlo 
valle, cielo o nube donde empezar el vuelo.

Amiga, herédame tu risa 
forjada en la penuria y la esperanza,
en tu palabra fuerte o delicada,
en las fraguas del amor
en sus primeros días,
en la asustada ternura de tu maternidad
o en el bufido de la pérdida.

Herédame el rebozo de tu pelo
para pasar mis noches con ausencias,
dame tus manos solidarias
para entibiar mis ansias de abrazarte
sin la crueldad de la distancia.

Amiga de cada uno de los días
que tengo y los que faltan,
tenme en tu corazón de alondra,
en tu regazo perfumado de durazno,
en tu memoria juguetona
y sobre todo,
amiga,
guárdame en tu corazón de alondra.


Árbol inmóvil
El árbol que ha crecido sus ramas y raíces
no se puede mover.
Entierra su soledad debajo de la tierra,
se adhiere a rocas y todo ve pasar.

En sus ramas cruje el aire, 
silban pájaros,
y a veces,
la primavera reverdece de una única manera,
tan distinta,
que se desgajan sus ramas por el peso.

El árbol queda solo, sembrado en su dolor.

Balance de joyas, cuentas claras

Para Héctor Hernández Ruy-Sánchez

Tu corazón no sufre de abandono,
tiene un baluarte que hiciste con tus joyas:
un diamante de amor indestructible,
una esmeralda que compone música,
un topacio que alumbró tus penas
y el intenso rubí que sostiene tu vida.

Cada paso que diste fue agua clara.
Tus manos sostuvieron otras vidas:
unas marcharon y otras te acompañan.
Sigues creciendo bajo sombra,
bajo el tormento de la enfermedad 
que no doblega sino el cuerpo,
porque a toda asta ondea tu voluntad
entre un cielo nublado y cuatro vientos.

No hay vendaval que rasgue tus banderas,
no hay almanaques que no guarden tus días.
Desde el recinto de amor que me heredaste
vuelan palomas a tu encuentro diáfano,
Dios sabrá si a seguir otras batallas o a lo eterno.

*Poeta residente de Ensenada.

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