Herta Müller y la otredad de la otredad

domingo, 24 de junio de 2018 · 00:00

Por Lesli Mejía*

 

En la novela El hombre es un gran faisán del mundo de Herta Müller, los personajes viven en un contexto de represión social y política, dentro del cual destaca otro tipo de represión en particular: la patriarcal.

            Estos personajes habitan el suroeste de Rumania, en la zona rural del banato rumano,  caracterizado por tener una cultura más alemana que rumana, de manera que eran segregados y vistos como ciudadanos secundarios. Relegados de tal forma, los personajes viven en pobreza, desesperanza y desolación, por lo que buscan migrar hacia Alemania para tener un mejor futuro.

            Esas pésimas condiciones de vida se relacionan con que la trama transcurre durante el periodo de la dictadura de Nicolae Ceaușescu, de forma que es un contexto de terror, fascismo y violencia del que los personajes necesitan escapar.

            La novela se enfoca en Windisch, su esposa Katharina y su hija Amalie. Esta familia está desesperada por conseguir pasaportes para poder irse a Alemania, pero conseguirlos es casi imposible porque quienes los conceden, figuras autoritarias como el cura y el policía del pueblo, son personas corruptas a las que se les tiene que sobornar. Windisch comienza sobornándolos con harina, pero luego le dicen que lo único que puede convencerlos es que Amalie se acueste con ellos. Ella no tiene más opción que acceder; sabe que si no lo hace, su familia morirá en la miseria.

           

La condición de la mujer

Para Windisch, que Amalie haga eso lo deprime, no simplemente porque el acto la denigra como ser humano, sino porque en su sociedad la sexualidad femenina es cosificada, estigmatizada y aún más reprimida que la masculina. Esto se hace evidente en las conversaciones que Windisch tiene con el guardián nocturno, pues en éstas retratan a la mujer como su opuesto, su inferior, su Otro.

            Windisch y el guadían hablan de la utilidad de las mujeres, de la virginidad de sus hijas, de lo que la sexualidad de éstas representan para ellos: una vergüenza, una decepción. Así, manifiestan su necesidad, como sujetos alienados social y políticamente, de tener un Otro a partir del cual definirse: si las mujeres son los Otros, entonces ellos, como hombres, son a pesar de todo superiores a ellas. Estos personajes necesitan que su sexualidad sea normal, correcta y controlable, y por eso ven a la sexualidad femenina como lo anormal, lo incorrecto y lo que debe sobrecontrolarse.

            Müller retrata la represión dentro de la represión, la otredad dentro de la otredad. Cultural y lingüísticamente, todos los personajes son Otros en su contexto, por lo que son menospreciados y viven en terribles condiciones. Sin embargo, hay un énfasis en la condición de la mujer como el Otro en una sociedad patriarcal y esto sugiere que, incluso en contextos de represión social en general, el sexismo siempre prevalece y destaca. Éste es un tema que necesita reconocerse y abordarse, como lo hace Müller en su literatura, porque de poco sirve erradicar, por ejemplo, la represión dictatorial, si tantos otros sujetos (las mujeres) continúan sufriendo bajo su propia represión.

 

*Estudiante de Literatura Inglesa y escritora.

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