Me llamaban el coronelazo

En el año de 1958 visité al maestro David Alfaro Siqueiros en su casa ubicada en la calle de Querétaro, con la intención de solicitarle trabajo como ayudante en su taller. Es un pasaje de mi vida que les compartiré a través de este texto
domingo, 8 de julio de 2018 · 00:00

Por José Carrillo Cedillo*

En1958 visité al maestro David Alfaro Siqueiros en su casa ubicada en la calle de Querétaro, con la intención de solicitarle trabajo como ayudante en su taller, no me dijo que no, sino que su taller lo tenía en Cuernavaca y me resultó imposible vivir allá, pues acababa de inscribirme en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, mejor conocida como Academia de San Carlos, de donde él era egresado  y está a dos cuadras atrás del Palacio Nacional en el centro histórico de la Ciudad de México.

El maestro, a esas alturas, era ya reconocido como un gran artista y también  por su faceta de luchador social y se le conocía por su activa militancia en el Partido Comunista Mexicano, junto con  artistas como Diego Rivera y otros que integran una larga lista.

Con la severa protesta del Partido Acción Nacional había ganado las elecciones el candidato del Partido Revolucionario Institucional, el ex secretario del trabajo en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines,  Adolfo López Mateos.

El mundo respiraba cierta calma, pues las dos grandes potencias después de varios encuentros que casi desencadenaban una guerra atómica, vivíamos en la era de la coexistencia pacífica. Fidel Castro andaba en la Sierra Maestra en Cuba y le faltaban  algunos meses para derrocar  a Batista. Adolfo López Mateos tomó posesión en El Palacio de Bellas Artes y semanas después un senador declaró a la prensa que el nuevo régimen era de izquierda, lo que levantó una gran polvareda entre las fuerzas vivas que pusieron el grito en el cielo y el presidente se apresuró a declarar que su gobierno era de extrema izquierda, pero dentro de la constitución.

Pero como siempre, unas son las declaraciones a la prensa y otros son los hechos; estalló una huelga ferrocarrilera y fueron reprimidos y apresados sus líderes Demetrio Vallejo y Valentín Campa, que ingresaron al Palacio Negro de Lecumberri acusados del delito  de disolución social.

Poco tiempo después estallaron otras huelgas: los telefonistas, los médicos y los maestros, con muchos líderes apresados e ingresados al Palacio Negro.

 

El maestro en las protestas

El maestro Siqueiros encabezó serias protestas contra el gobierno e intensificó su trabajo de grandes  murales  con temas de denuncia contra el gobierno. La propuesta del maestro se puede decir en pocas palabras -además de su contenido social, proletaria y la estética revolucionaria- en sus murales que tituló “dialéctica subversiva”,  planteaba una revolución técnica e invitaba  a abandonar las viejas técnicas que se habían utilizado durante siglos e investigar nuevos materiales y nuevas herramientas para el trabajo plástico; introdujo la pistola de aire y materiales cerámicos, eliminó el fresco y utilizó el duco, además de otro tipo de perspectiva en la composición alcanzando éxitos notables y también estaba en contra de la tesis europea del arte por el arte, la que se conocía como la escuela de París, y era acusado de dogmatismo al condensar sus tesis con la frase “No hay más ruta que la nuestra”. 

El maestro Siqueiros encabezó la lucha por la liberación de los dirigentes sindicales, presos políticos, dando conferencias y declaraciones a la prensa. Una mañana en la escuela me buscó un compañero que trabajaba en el taller de Cuernavaca para avisarme que el maestro me esperaba: me dio los datos.   

Al otro día me presenté puntualmente a las 9:00 de la mañana en la Suprema Corte de Justicia frente a la esquina sur de Palacio Nacional, éramos una decena de jóvenes estudiantes de diferentes escuelas  de  la Universidad y del Politécnico Nacional y cuando llegó el maestro nos invitó a entrar con él e ingresamos, subiendo hasta el despacho del presidente  el licenciado Alfonso Guzmán Neyra quien nos recibió en su lujosa oficina  de pie con una amplia sonrisa atrás de su elegante escritorio.

Después de presentar a los jóvenes que lo acompañábamos tomó la palabra básicamente para hablar de la injusta reclusión en que estaban los presos políticos y en especial don Filomeno Mata, hijo del revolucionario del mismo nombre (con una céntrica calle con su nombre) y de una edad muy avanzada y que se temía fatales consecuencias por lo mismo. Guzmán Neyra escuchó atentamente sin hacer ningún comentario y el maestro Siqueiros le dijo “Para despedirnos le dejamos un libro como un regalo, a ver cuándo tiene tiempo de leerlo”, el señor licenciado lo tomó pero al leer el título, su gesto cambió dramáticamente y la sonrisa fue desapareciendo en un rápido cambio de color, su rostro subió a un rojo intenso apretando las mandíbulas hasta un pálido casi blanco y cayó sentado pesadamente en su sillón… era el ejemplar “Constitución política de la República Mexicana”.

Ya en la calle nos despedimos y aquí se “rompió una taza”. Mi escuela estaba a tiro de resortera e ingresé a la clase que me correspondía.

Al otro día en el periódico leímos consternados que el maestro había sido detenido e ingresado al Palacio Negro, como otro preso político más. Pasó el tiempo y las protestas eran de nivel internacional, una tarde fui a visitar a Angélica Arenal, esposa del maestro y me mostró cartas de otros países que le solicitaban al presidente López Mateos la excarcelación del maestro. Angélica me regalo tres cartas de niños de Praga,  que conservo en mis tesoros.

En San Carlos, con nuestro grupo de izquierda, convocamos a una huelga de hambre a la que acudieron verdaderas luminarias de ese tiempo, Rosario Castellanos, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, los hermanos Elizalde, el pintor Xavier Guerrero y miembros del Comité Central del Partido Comunista Mexicano, además de otros estudiantes de universidad, del Politécnico y nosotros, los anfitriones.

La huelga se levantó al otro día al recibir la noticia de que el maestro sería  liberado e inmediatamente fuimos comisionados para esperarlo e invitarlo a un mitin en la escuela, cuando llegamos ya estaba Angélica esperando en la calle y una vez que salió, aceptó convencido por su esposa. Llegamos a la escuela y ya había un templete con mesa de presidium y micrófono, cortesía del maestro director Roberto Garibay quien  tenía afecto por nuestro grupo.

Fui designado maestro de ceremonias e inicié ofreciendo la bienvenida a los presentes, además del maestro Siqueiros y su esposa, estaban el pintor José Chávez Morado y el secretario del partido Arnoldo Martínez Verdugo y el miembro del comité central, Manuel Terrazas.

Tomó la palabra el director de la escuela para hacer los honores al invitado principal, quien después de otros personajes, dirigió palabras de sincero agradecimiento a todos y no perdió la oportunidad de hacer profesión de fe de su posición política y estética y finalizó con un sonoro “No hay más ruta que la nuestra”.

    *Artista plástico y maestro con más de 50 años de trayectoria.

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