Agua en la Luna

sábado, 22 de septiembre de 2018 · 00:00

Por Marco Arturo Moreno Corral*

 

Con lo caliente que ha sido este verano, los habitantes de Ensenada hemos vuelto a valorar lo bien que sabe un vaso de agua fría, aunque en la escuela nos hayan enseñado que el agua es una sustancia insípida, inodora e incolora.

Los bajacalifornianos vivimos rodeados por agua; nuestras costas las bañan el Océano Pacífico y el Mar de Cortés o Golfo de California, así que literalmente estamos nadando en agua, pero a pesar de ello, nuestra península es una de las regiones más desérticas del país, pues si bien tenemos agua hasta para aventar para arriba, ésta no es potable; eso hace la diferencia con la que bebimos al comenzar esta nota.

Recordando lo que nos han enseñado sobre el agua, sabemos que está formada por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, lo que representamos con la bien conocida fórmula H2O. Igualmente sabemos que el 70 por ciento de la superficie terrestre está cubierta por agua, por eso nuestro planeta visto desde el espacio, muestra la bella apariencia de una esfera de claro color azul, que lo distingue de todos los otros cuerpos del sistema solar. ¡Mucha agua! Pero en realidad la mayoría de ella forma los océanos y mares terrestres, siendo agua salobre no apta para el consumo.

El agua potable, que es del orden de 2.5 por ciento del total, se encuentra congelada en los casquetes polares y en lo alto de las montañas, fluyendo como un líquido en ríos y lagos, o contenida como vapor en nuestra atmósfera. Sí, el agua es de las pocas sustancias que pueden existir en estado natural, en tres estados físicos diferentes: el líquido, el sólido  y el gaseoso, lo que ha sido altamente aprovechable en el desarrollo de las sociedades humanas, pero más aún, el agua tiene características únicas que han permitido la evolución de los seres vivos.

La búsqueda de agua ha sido uno de los motores que han movido al ser humano desde tiempos inmemoriales, proceso que no ha disminuido al paso del tiempo, pues con el crecimiento de la población la necesidad de este vital líquido se ha agudizado, así que los científicos de muy diferentes áreas del conocimiento, han desarrollado métodos para potabilizarla y aprovecharla, pero también están buscando nuevos manantiales en la profundidad de la superficie terrestre.

Por su parte los astrónomos han encontrada que el agua es abundante en diferentes partes del cosmos, desgraciadamente por la distancia a la que se encuentran, los sitios donde se halla son inalcanzables y lo seguirán siendo incluso en un futuro lejano. A pesar de ello han continuado buscándola en los cuerpos más cercanos a la Tierra.

Los estudios entorno a la Luna

Cuando comenzó el estudio de la Luna a través de los telescopios en el siglo XVII, hubo quien pensó que las grandes manchas oscuras que se ven en su superficie, en realidad eran mares como los terrestres, por lo que incluso en la actualidad se les sigue llamando así, tal es el caso del Mar de la Tranquilidad, Mar de la Fecundidad, Mar de las Lluvias, Océano de las Tempestades por citar algunos, aunque desde hace tiempo, mucho antes de la Era Espacial, se supo que esas vastas áreas de la Luna no tenían agua, porque las condiciones físicas de temperatura, presión e irradiación que imperan en nuestro satélite natural, hacen que el agua en estado líquido no pueda existir sobre su superficie, mientras que los rayos solares que inciden sobre él, descomponen la molécula de agua cuando se encuentra en su estado gaseoso, haciendo que el hidrógeno de ella rápidamente se pierda en el espacio. El caso del agua en estado sólido es diferente.

Congelada en forma de hielo podría subsistir por tiempos muy largos en regiones frías de la superficie lunar como algunos cráteres a los que nunca les pega la luz solar, o en el interior de posibles cavernas existentes bajo el suelo de la Luna.  

Esta idea se fortaleció cuando la nave hindú Chandrayaan-1 lanzada para realizar un detallado mapa de la superficie lunar, detectó en septiembre de 2009 suelo húmedo en varios puntos de ella. Para confirmar esta noticia, la NASA usó el Orbitador de Reconocimiento Lunar (LRO) que gira en torno a nuestro satélite en órbita polar a unos cien kilómetros de altura, estudiando la superficie de nuestro satélite, observando particularmente los sitios donde descendieron las naves del programa Apolo, así como aquellos donde alunizaron las naves automáticas soviéticas Lunajod. Formado por dos secciones; el orbitador propiamente dicho  y la sonda de detección de satélites y observación de cráteres lunares (LCROSS), que tenía un peso de mil trescientos kilogramos. La misión incluyó un módulo al que se llamó Centauro, que pesó dos mil doscientos kilogramos, consistente en la última etapa del cohete empleado para impulsar la nave hasta su trayectoria alrededor de la Luna. La misión de este último fue estrellarse de manera controlada contra la superficie lunar en la región del polo sur, lo que hizo a una velocidad de dos y medio kilómetros por segundo, impactando en el cráter llamado Cabeus; una de las zonas donde se había detectado presencia de agua. Como consecuencia de ese violento choque, se produjo una nube formada por unas 10 mil toneladas de materiales de suelo lunar que, con la violencia del choque se elevaron sobre la superficie hasta una altura de mil 600 metros, parte de los cuales se volatizaron por el calentamiento producido por el impacto. La trayectoria que describió Centauro, fue seguida con todo detalle por la sonda LCROSS y como ésta se estrelló igualmente con nuestro satélite, cuatro minutos después, pudo registrar con detalle la nube levantada por el primer choque y obtener datos precisos de los materiales que la formaron. Según ha informado la NASA, los datos  derivados del análisis de ese suceso, indican que la misión descubrió exitosamente agua, pues como un resultado primario está la presencia confirmada de unos cien kilos de agua.

Esta noticia es importante por varias razones, ya que al confirmar la presencia de agua en sitios de relativamente fácil acceso en la Luna, se abre todo un nuevo abanico de posibilidades para la exploración humana, pies siendo un líquido vital, los astronautas que la visitaron entre 1969 y 1972 tuvieron que llevarlo a bordo, lo que significó limitaciones importantes en aquellas misiones, así que los futuros exploradores lunares podrán aprovechar la que se ha hallado ahí, simplificando su estadía sobre nuestro satélite, lo que seguramente ayudará a que se establezcan bases permanentemente habitadas por humanos, lo que a su vez nos dará mayor información sobre la Luna misma y brindará una perspectiva diferente para seguir explorando el espacio.

 

*Instituto de Astronomía, Campus Ensenada, Universidad Nacional Autónoma de México.

mam@astro.unam.mx

 

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