MEDIO SIGLO

(De feliz matrimonio)

Por Heberto J. Peterson Legrand
lunes, 6 de noviembre de 2017 · 00:00

El 4 de noviembre Antonia y yo hemos cumplido medio siglo de feliz matrimonio, medio siglo donde hemos ido aprendiendo a ser esposos, padres y abuelos.

Se dice fácil, sin embargo, dentro de la felicidad que siempre nos envolvió y haciendo un análisis retrospectivo tomamos conciencia de que como padres hemos tenido aciertos, pero también hemos cometido errores debido a nuestra propia inexperiencia, errores que ya no podemos corregir o hemos corregido en el transcurso de esa relación con los hijos, pero que nos duelen y hubiésemos querido no haberlos cometido.

No se me olvidan unas palabras que le escuche a mi gran amigo el Jesuita, Alfonso González Quevedo: “Los padres comenten errores, pero si los hijos se sienten profundamente amados por sus padres, olvidaran y perdonarán”.

Antonia y yo tuvimos la bendición de tener hijos muy responsables, muy bien preparados y amorosos. Antonia y yo nunca inhibimos nuestro amor hacia ellos y con gestos y expresiones siendo siempre correspondidos.

Somos una familia muy unida y entre nuestros hijos hay una muy estrecha comunicación y están al pendiente unos de otros y siempre dispuestos a apoyarse.

Nuestros hijos son una generación que vivió su niñez y juventud allá por las décadas de los 70, 80 y 90. Entonces no existían los celulares, iPods, Tablets, etcétera, que los aislaran de los demás y ello los hacía convivir mucho con los amigos y con nosotros mismos.

Hoy medio siglo después los papás viven un contexto distinto. Los hijos y ellos mismos son dependientes de los aparatos citados y aunque sostengan lo contrario, sí se aíslan aún estando juntos y el sedentarismo y la gordura los hace presa de ellos y el diálogo se ausenta.

Esos instrumentos son buenos, fantásticos, pero hay que saber hacer un uso oportuno y adecuado de ellos y allí entra la labor de los padres de hoy día, sobre todo con el ejemplo.

Los nietos quieren que seamos como ellos y nosotros queremos que ellos sean como nosotros…los dos estamos mal, pero sí debemos llegar a ese acuerdo del como aprender a convivir juntos cediendo unos y otros.

El tiempo echado a perder no es cierto que se recupera, lo que sí podemos es el aprender a corregir y a la parte del tiempo que nos queda saberlo enriquecer, sacarle el mejor provecho posible.

Antonia y yo dialogando si nos propusimos el hacer de nuestro hogar una especie de imán que atraiga a los hijos y nietos. Si como abuelos nos ponemos muy estrictos con los nietos, somos fríos y les hacemos estúpidamente sentir que tenemos preferencia por alguno y lo único que lograríamos es que (sin que nos digan nada) ya no nos visiten, no quieran visitarnos y además si no somos expresivos y les hacemos sentir nuestro amor con la palabra y nuestros actos ellos tampoco lo harán porque los desmotivamos.

Medio siglo y todavía aprendiendo en esa relación distinta con los hijos, nueras y yernos a quienes vemos como hijos y ellos también son el resultado de su historia personal construida en sus hogares originales.

Siempre hay que cuidar que el egoísmo, el tonto orgullo y falta de capacidad de expresarles nuestro amor tengan cabida en nuestro hogar y nuestros corazones.

Todos los días hay que cuidar y acrecentar esa delicada relación y en los errores saber dar y pedir perdón para juntos buscar la felicidad de Todos.
 

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