LA COMEDIA POLÍTICA

Jiménez Esprrrrrrr.

Por Dan T.
martes, 23 de octubre de 2018 · 00:00

Agencia Reforma/Ciudad de México

El otro día en la casa del equipo de transición, el amado líder, pitcher fenómeno y guardián de la moral nacional, Andrés Manuel López Obrador, le preguntó a tres de sus más cercanos colaboradores:

--A ver, les voy a hacer un examen para saber si realmente están capacitados para ocupar un alto cargo en el gobierno de la cuarta transformación de la República. Primero tú Marcelo Ebrard, que serás canciller. Dime, ¿cuánto es 6 x 6?

--Esa es fácil --dijo Marcelo con una sonrisa-- la respuesta es... ¡febrero!

--¡Ah, caray! A ver, tú, César Yáñez, como coordinador de Política y Gobierno tienes que tener una gran agudeza mental. ¿Cuánto es seis por seis?

--¡¡¡Cinco mil!!!

--Ay, no maaa... Bueno, Javier Jiménez Espriú, te toca: ¿cuánto es seis por seis?

--Obvio: 36.

--¡Muy bien! Eso lo supiste porque eres un gran ingeniero y por eso serás el secretario de Comunicaciones y Transportes, ¿verdad?

--No, para nada, lo que hice fue dividir febrero entre 5 mil y me dio 36.

A veces me da la impresión de a Jiménez Espriú ya se le zafó un tornillo, y no precisamente de la carrocería. Se supone que el señor es un gran ingeniero, con una larga trayectoria en puestos públicos y que cuenta con un amplio reconocimiento en su gremio. Sin embargo, cada vez que lo oigo hablar me siento como el jabón del manicomio: en manos de un loco. Cuando se trata de hablar del nuevo aeropuerto, Jiménez Espriú se transforma: le sale espuma por la boca, le brillan los ojos y, creo que hasta huele a azufre. En ese momento se convierte en Jiménez Esprrrrr, porque todo lo que dice son trompetillas en contra del NAIM. Y, bueno, nadie está obligado a amar una obra que va a salir carísima, pero eso no significa que el aeropuerto no sea necesario. Y, sobre todo, no significa que la opción de Santa Lucía sea mejor. De hecho, cualquiera que haya viajado de la Ciudad de México hacia Pachuca, sabrá que la salida de Indios Verdes, que es la que lleva a Santa Lucía, es poco menos que un infierno en horas pico. Atravesar por ese embudo de miles de autos, microbuses y camiones es más complicado que entrar al metro vestido del Dr. Simi.

Y ese es sólo uno de los problemas que podría tener el dichoso aeropuerto en Santa Lucía. (Si me sigo con la lista de peros que se le pueden poner a ese proyecto, tendría que ocupar todas las páginas de este nuestro diario hasta llegar a la sección deportiva.) Pero, bueno, a pesar de los pesares, el amado líder, su alteza tabasqueñísima, el primor de los manglares, ha decidido llevar a cabo una supuesta consulta nacional para que el pueblo siempre sabio decida dónde diablos se construye una obra de la que no tiene la menor idea. Nomás que hay un pequeeeño detallito: la consulta es ilegal. ¿Por qué? Pues porque no cumple con uno sólo de los requisitos que establece la ley. El primero de ellos es que debe ser organizada por el INE, al que ni modo que ahora los lopezobradoristas lo acusen de ser parte de la mafia del poder, dado que organizó las elecciones que ganó AMLO. Y ahí es donde entra Jiménez Esprrrrr... Este venerable ingeniero ya reconoció que la consulta “no está contemplado en ningún artículo de la Ley ni en la Constitución”, peeero como la Cuarta Transformación no necesita de salvavidas para nadar ni de Dios para alcanzar la gloria, el futuro funcionario agregó: “no consideramos de ninguna manera que sea ilegal”. Ah, no, pos’ sí. A ver si entendí: no está en la ley, pero no es ilegal. Y tampoco es legal... ¡porque no está en la ley! Es como el huevo y la gallina, si la gallina fue primero, ¿de dónde salió? Y si el huevo fue primero, ¿quién lo puso? Todo indica que la gallina le pintó huevos a la consulta y se fue volando de Santa Lucía a Texcoco.

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