POR SI LAS MOSCAS

Con licencia para expoliar

Por Laura Monzón
viernes, 9 de noviembre de 2018 · 00:00

“No podría introducirse en la sociedad un cambio más grande y una mayor desgracia que la ley convertida en instrumento de expoliación”, escribió en el siglo XIX el economista y legislador francés Frédéric Bastiat.

En su libro llamado “La Ley” explica que los preceptos que deberían servir para defender los derechos inalienables de cada persona -libertad, propiedad e individualidad-, por cuestiones políticas terminaron por otorgarle a ciertos grupos “licencia para robar”.

Es decir, que por medio de la ley y a través de impuestos, el Estado quita a unos la riqueza adquirida con el trabajo, para que otros amparados por la misma ley, obtengan el dinero que no podrían tener de manera legítima y honrada. Esto es a través de apoyos sociales, proteccionismos, subvenciones, fomentos, exenciones, bonos, incentivos, primas, prestaciones y demás.

Hace unos días, en Ensenada tuvimos que soportar las protestas realizadas por el Sindicato de Burócratas, con cierre de calles, plantones y manifestaciones. La razón, presionar al Gobierno para que les pagara la segunda parte de su prima vacacional.

Por supuesto que dejaron de laborar y de cumplir con el pueblo por exigir la famosa gratificación, porque no les basta con mamarse el 90 por ciento del erario municipal, que sostiene la excesiva nómina burocrática en costo y número, con prestaciones sobradas, muchas de ellas ridículas.

¿Qué tal la manifestación de los profesores jubilados? Están en su derecho de demandarle al Gobierno lo que sea que les deba, pero no perjudicando al pueblo que, al final, es el que los mantiene. También a los profesores que, aún en servicio, decidieron abandonar salones de clases y alumnos, para “apoyar” a sus colegas retirados, y recibirán íntegro el pago de los días no laborados.

Burócratas y profesores cuentan con una gran cantidad de prestaciones, mientras que el resto de los ciudadanos no tienen ni la cuarta parte de éstas. Sin embargo, reclaman “sus derechos”.

Hay empresarios que se han enriquecido a través de la ley, con exenciones tributarias y grandes contratos por adjudicación directa; políticos que ganan cantidades groseras de dinero entre sueldos bonos, apoyos y lo que le sigue. Partidos políticos que reciben cada año un presupuesto que proviene de las arcas llenadas con impuestos ciudadanos. ¿Cuántos programas de desarrollo social que no erradican la pobreza existen, en los que se invierten millones de pesos anuales extraídos del erario?

“El Estado se ha convertido en la gran vaca que todo el mundo quiere ordeñar. Al final, la vaca se seca”, dijo en una conferencia Luis Espinosa Goded, profesor de economía en la Universidad de Quito, Ecuador.

Protegemos a todos por igual o protegemos intereses específicos. No se pueden hacer ambas cosas. En nombre del “bien social”, se lleva a cabo una expoliación generalizada; se manosea la ley para sacar provecho y llega un momento en que estirar la mano se vuelve más rentable que trabajar.

Expoliar no tiene consecuencias. Trabajar es cansado, tiene riesgos, requiere de un sacrificio. Entonces, sale mejor ser corrupto que ser trabajador. Por eso estamos como estamos.

Estamos tan acostumbrados al expolio, que ni siquiera lo vemos.

¿Cuáles son los países más pacíficos, honestos y con mejor calidad de vida? En los que existe menos intervencionismo gubernamental, menos regulaciones y menos expoliación. En los que hay más libertad, respeto a la propiedad y a la individualidad.

Vivimos en una sociedad en que despojar es legal; donde el corrupto y el negligente creen que están en su derecho de obtener lo que no les corresponde, porque la ley se los permite. Mientras tanto, el pueblo trabajador se soba el lomo para pagar impuestos y sostenerlos a todos.
 

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