DESDE HOLANDA

Fiestas, protocolos y estrés

Por Dianeth Pérez Arreola
miércoles, 7 de febrero de 2018 · 00:00
Confieso que yo no soy una de esas madres que se emociona en las fechas cercanas de los cumpleaños de sus hijos, planeando emocionada los detalles de la fiesta, el pastel, las invitaciones y todo eso. A mí eso me estresa, y creo que tiene que ver mucho el hecho de que yo viva en Holanda y no sea nativa de este país.

Las escuelas primarias aquí tienen una serie de protocolos para los cumpleaños, los cuales pretenden ser una guía que oriente a las madres a no pasarse se la raya en lo que se considera holandesamente aceptable, pero que en realidad son una serie de reglas que hacen necesario tener conocimientos de nutrióloga, decoradora, agente secreto y psicóloga, entre otras cosas.

El día del cumpleaños se lleva a la escuela el traktatie, que sería el equivalente en México al pastel o a una bolsita de dulces para los compañeros de salón del festejado. Sólo que tiene que cumplir con ciertos criterios, como ser algo que les pueda gustar a los niños, pero que sea saludable; puede incluir un pequeño regalo, pero que no sea muy caro; puede ser algo dulce, pero que no tenga mucho azúcar; además tiene que ser políticamente correcto. No estaría bien dar cerditos de dulce a niños musulmanes ni nada con cara de negritos.

Si se festeja el cumpleaños, lo usual es invitar a unos cuantos niños del salón a hacer alguna actividad por un par de horas. Puede ser un taller de hacer pasteles, o chocolates, o ir a un lugar de juegos, un restaurante de comida rápida, o una función de cine. A esto sólo acuden los niños; los padres van y los dejan en el lugar de la fiesta, y a la hora indicada en la invitación los recogen.

Está prohibido dar invitaciones en la escuela, porque como nunca se invita a todo el grupo, se trata de evitar desilusiones. Hay que identificar quien es el padre o la madre de cada criatura que se desea invitar, y esperarlos a la entrada o seguirlos a la salida de la escuela para darles con la mayor discreción posible la invitación. O mejor aún, ir a entregarla a su casa.

Es difícil entender esto de las fiestas. Según yo, los propios niños deberían decidir su lista de invitados, pero según me dicen algunos holandeses, también cuenta mucho si te llevas bien con la mamá del festejado(a). Me ha pasado que quienes yo creí eran muy amigas de mis hijas, las han dejado fuera en sus fiestas de cumpleaños.

Debo aceptar que esto me ha causado más coraje y tristeza a mí que a ellas, así que mejor trato de no mostrar mis emociones. Esto merecería un cum laude en el curso de integración; aquí poner cara de póker ante cualquier categoría del espectro emocional, es la regla y no la excepción. Expresar una emoción positiva o negativa muy intensamente es clara señal de un pobre autodominio, según los estándares del calvinismo holandés, el cual también dicta que sobriedad ante todo, así que aquí nunca veremos las fiestas infantiles tipo México, con comida, bebida y música para mínimo cincuenta personas.

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