PROYECTOVINO

“El poder del vino”

Por Araceli Velázquez Córdoba
jueves, 15 de marzo de 2018 · 00:00

A lo largo de la historia siempre ha habido opiniones diversas respecto a la igualdad de género. Ahora que está de moda el empoderamiento femenino, yo siempre tengo muchas dudas con respecto a este tema.

La palabra “empowerment” se dijo por primera vez en 1995 en la Conferencia Mundial de las Mujeres en Beijing para referirse al aumento de la participación de las mujeres en el proceso de las tomas de decisiones y accesos al “poder”.

Actualmente esta expresión conlleva también otra dimensión: la toma de conciencia del poder que individual y colectivamente ostentan las mujeres y que tiene que ver con la recuperación de la propia dignidad de las mujeres como personas.

Las estadísticas indican que muy pocas mujeres en México logran puestos o posiciones importantes en empresas o gobiernos. Se habla de reconocer el trabajo como amas de casa, del feminismo, del abuso y de muchos otros temas muy importantes para nuestra sociedad.

Este tema para mi no tendría que ser. Cada año el 8 de marzo hay una discusión entre si se debe felicitar a las mujeres por su día o conmemorar un suceso histórico por el cual se dictaminó el día de la mujer y que no es motivo de celebración.

Yo en lo personal puedo compartirles que cada que escucho la palabra “empoderamiento” me provoca náuseas. Para empezar la palabra poder, me suena como a superhéroes con poderes especiales que los demás no tenemos. Me suena a que todos mueren por tener un poder y hacen de todo para lograrlo y ya que lo tienen, en realidad no se logra nada importante. Sólo se regocijan de tener “the power” (¿ven como suena fantasioso?).

Yo respeto muchísimo todo el movimiento para lograr igualdad, sólo que se me hace sumamente retrógrada luchar por una igualdad en estos tiempos donde ya se pueden clonar seres vivos, aunque en muchos países van demasiado atrasado con esto, cosa que es muy decepcionante.

A mí me educaron de una forma ni machista ni feminista, creo que como debe de ser. Tratándonos exactamente igual a mis 2 hermanos que a mí. Teniendo las mismas obligaciones, responsabilidades y oportunidades. Nunca haciendo diferencia entre mis hermanos hombres y yo. Quizá es por esto que no concibo siquiera como tema el de la igualdad. Porque existe y cada quien tiene el poder, ahora sí, de demostrarlo y si es necesario, de defenderlo. Con esto me refiero a que somos personas, iguales, con los mismos derechos para absolutamente todo. No necesitamos reconocimiento por ser mujeres, sino reconocimiento por lo logrado como personas.

Ahora que suena tanto este movimiento, hice un recuento de la participación femenina en esta industria que tanto me gusta. Sin ningún esfuerzo llegaron a mi mente mujeres que no sólo han hecho vinos maravillosos, sino que han sido reconocidas por sus enormes logros y engrandecido no sólo un género sino todo un país. Es decir, ese poder que tanto están trabajando por tener hoy día, ellas lo han tenido desde hace décadas. Tru Miller, protagonista de una de las historias más bellas, representada con sus maravillosos y únicos vinos de Adobe Guadalupe. La señora Natalia Badam, una mujer imparable al frente de una de las mejores vinícolas de México. La historia, medallas y reconocimientos de la vinícola más antigua de Baja California, Bodegas de Santo Tomás a cargo de Laura Zamora. Y también las nuevas generaciones, como lo están haciendo Lourdes Martínez Ojeda, directora y enóloga de la Bodegas Henri Lurton y Ana Castañeda que logró una medalla de oro en Bruselas con la creación de su propio vino “Flor de Roca”, con tan sólo 18 años.

Ellas son sólo algunas de las mujeres de tantas en esta industria, que como verán, lo que menos les ha hecho falta es poder.

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