Amador del deporte

Y por esa calle vive...

Por MAO
sábado, 26 de enero de 2019 · 00:00

Desde mi mocedad no había mejor parque de diversiones que “el coloso” de la calle Novena. No espere a tener la mayoría de edad para pisar sus verdes praderas, sí, esas que se llevaron las corrientes del 78.

Después de resurgir como el ave fénix, era el Palacio, así, en singular, que daba entrada domingo a domingo a su corte real.

Sentado en sus gradas, no concebía otro inmueble que fuese capaz de soportar la adrenalina, la estupefacción, la algarabía de toda una afición.

Pero era inevitable no mirarlo, como la columna lo dice, siendo un amador del deporte, ¿por qué el recelo a ese inmueble?

Celoso por mi deporte, me incomodaba que se diera como referencia de ubicación: “pegado al Gimnasio Municipal”. Desconozco de cuándo, dónde y por qué surgió esta aversión; y es que después del Deportivo, toda esa acera se me hacia intransitable.

El edificio de la esquina de Novena y Espinoza era (y es a la fecha) una invitación a portarte bien; cuando oía que algún conocido era llevado a ese lugar como potencial huésped, me deprimía mucho.

¿Y lo del Gimnasio? Bueno, era como la antesala de un Lecumberri Juvenil, ya que ahí existía la famosa Oficina de Reclutamiento.

Lo dicho, fuera de mi bello palacio, caminar por esa acera, era como un campo minado. ¿Por qué gimnasio? Más bien parecía auditorio; aunque no era frecuente, me divertía enterarme que sus instalaciones que eran laceradas por los bombazos conectados desde el home plate del vecino de al lado.

Pero dicen que del odio al amor solo hay un paso, y él no lo iba a dar. Creo que la Radio fue quien fungió como Cupido. A través de ella, supe que en su interior había igual o más pasión que en mi palacio.

Que la voz del locutor era imperceptible por los gritos y la euforia del respetable ahí presente. El deporte ráfaga con aquellos cimarrones me fue cautivando poco a poco, luego el equipo de la Baja.

Como ya había “marchado” ya no le tenía tanta antipatía; funciones magistrales de Box, Lucha Libre, la época dorada de los Spikers, tenía para dar y regalar.

Tuve el gusto de saludarlo de mano, muchos años después cuando el trabajo me obligó a pisar su duela sagrada. El Box fue cómplice, primero narrando peleas y luego como anunciador. Al tiempo se cobró con creces la enemistad mostrada antiguamente cuando sobre en sus butacas me hizo llorar. Ahí, sobre su sacrosanto piso, mi hija mayor desfilaba frente a la Mesa de Honor, para recibir su certificado escolar (porque hasta para eso se pone guapo el Tigre), que la catapultaba a ingresar a Universidad.

Me perdí de muchas emociones amigo, pero es justo reconocer que por tu duela han pasado grandes deportistas, todos ellos con un lugar privilegiado en el Olimpo del deporte ensenadense.

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