LA VERDAD SEA DICHA

1993-1995, embestida de la autoridad a los deportistas

Por Cuarta parte de cinco
miércoles, 27 de noviembre de 2019 · 00:00

Guillermo Hurtado Aviña

Un viernes por la tarde pasé por el campo Nuevo Ensenada para informarme si había alguna novedad, y los muchachos que estaban en sesión permanente me informaron que todo estaba bien. Bueno, les dije, voy a una carne asada y en cuanto termine me reporto con ustedes.

A eso de las seis de la tarde llegaba al campo y lo primero que veo es un montón de patrullas, panditas, cuatrimotos y mucha gente afuera haciendo un alboroto tremendo. Cuando me acerco a donde estaba toda la gente, me dicen algunos de los muchachos que estaban de guardia: “qué bueno que llegó licenciado, vino la policía, nos golpeó y nos arrastró antes de echarnos fuera”, qué tipo de policía era, pregunté, municipales y judiciales, me respondieron.

Al día siguiente nos enteramos de que había una denuncia penal en contra de once de los futbolistas, incluido su servidor, acusados de haber cometido el delito de despojo en contra del ayuntamiento por habernos posesionado del campo que estaba, supuestamente, en poder de la autoridad.

Les dije que no se preocuparan, que la bronca era contra mí, por considerarme el líder de ese movimiento. Los instruí para que supieran qué iban a declarar; se presentaron ante el Ministerio Público y declararon, a mí no me citaron.

Seguido todo el trámite legal, el Ministerio Público resolvió que no se cumplían los elementos del delito de despojo y por tanto ordenó el archivo de la averiguación previa respectiva.

Continuábamos en posesión del campo, cuando fuimos informados que había otra denuncia penal, ahora solo en contra de dos directivos de la liga de fútbol, Antonio y Heras, denuncia presentada de nuevo por la autoridad municipal, por seguir considerando que estábamos despojándola del Nuevo Ensenada.

La averiguación previa la llevaba el agente del ministerio público Pablo Alejo López Núñez, con quien hablaba casi a diario tratando de hacerle ver que no existía ningún delito que hubieran cometido los dos dirigentes, pero Pablo alejo hacía oídos sordos, y siempre buscaba la forma de ponerle peros a mis argumentos legales; defendía a las autoridades acusadoras, y un servidor no entendía su sospechoso proceder; siempre buscaba algo para no reconocer que las pruebas que se aportaban a favor de los muchachos, eran idóneas para acreditar la inexistencia de algún delito.

Es necesario mencionar que el que aceptaba ser reconocido como benefactor de los deportistas, Manuel Montenegro, no solo no se preocupó por la suerte de los dos acusados, sino que ni siquiera estuvo dispuesto a hacer una declaración pública, a pesar de que el periodista Armando Castañeda le insistió en tres ocasiones que le concediera una entrevista en relación con ese asunto. ¡Por eso lo despreciaron los deportistas!

Otro que cuando fue presidente municipal, César Mancillas Amador, se pavoneaba como un gran deportista, amante del fútbol, al grado de cargar en todo momento un balón, para hacer creer que de veras era un deportista, amigo y compañero, cuando menos de los futbolistas, que por cierto, una vez que terminó su trienio, nadie lo volvió a ver cargando su balón.

Pues bien, este adorador del fútbol, en los tres años que duró el grave conflicto entre autoridades y deportistas, jamás de los jamases intervino… de perdida para hacer bola.
 

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