DÍA DEL SEÑOR

I Domingo de Adviento Ciclo A

Por “Velen, pues y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor”
sábado, 30 de noviembre de 2019 · 00:00

(Mt 24, 37-44)

Carlos Poma Henostroza
Hoy domingo comenzamos con el adviento un nuevo Ciclo Litúrgico (A). Iniciamos también el Adviento que nos recuerda que estamos a la espera del Salvador. Este primer domingo de Adviento, es buen momento también para examinar nuestra vida personal. Si tenemos una desavenencia personal, dentro de la familia, dentro de la comunidad, dentro de nuestro propio corazón, podemos renovar nuestra fe en el poder de Dios para salvarnos.

Una es la venida del Señor a nuestro corazón. Otra es la celebración de la primera venida del Señor, cuando nació hace más de dos mil años. Y otra es la que se refiere a la Parusía; es decir, a la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos.

El Adviento, más que un tiempo limitado a cuatro semanas del calendario, es una actitud permanente, un estilo de vida en marcha hacia Dios, hacia los hermanos y hacia el mundo, como lugar de la presencia y de la acción salvadora de Jesús resucitado entre nosotros.

Vamos a festejar la Navidad, el gran misterio en el que Dios se hace hombre, para ayudarnos a vivir, para dar sentido a nuestra vida y anunciarnos el misterio más profundo y liberador de nuestra existencia.

Por eso el adviento es tiempo de esperanza: Jesús fue hombre como nosotros, nos alegramos y le acogemos agradecidos. Él nos ha prometido que será nuestro compañero de camino, es nuestro hermano. También nos va a pedir continuar su misión. En nuestras comunidades tenemos de cuidar cada vez más que nuestro modo de vivir la esperanza.

Tenemos de preguntarnos hoy, qué nos pide Jesús en concreto a cada uno en este año. Al margen de la respuesta personal, posiblemente tenemos algo que nos concierne a todos los creyentes y a lo que todos hemos de responder.

Hoy nos ha dicho Jesús que hemos de vivir vigilantes, despiertos para poder reconocer su presencia.

Vigilar es estar atentos a nuestra vida, a la realidad que vivimos. Sin esta sensibilidad, no es posible caminar tras los pasos de Jesús, ni es posible el sentir el amor de Dios a nuestra vida.

Vigilar es antes que nada despertar de nuestros intereses, de nuestra inconsciencia. Es muy posible que, inmunizados a las llamadas del evangelio, tengamos los ojos abiertos y que no veamos la vida como Jesús la veía, que no escuchemos como Jesús escuchaba, que no miremos a las personas como él las miraba. Vivimos pensando ser cristianos y no pocas veces nuestros intereses, actitudes y estilo de vivir poco tienen que ver con los de Jesús.

Que la llegada de Jesús, su cercanía, su presencia, nos lleve a este compromiso de nuestra fe.

Que Jesús nuestro Salvador, los bendiga hoy, acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com
 

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