LA MARAÑA CÓSMICA

Propósitos para el Año Nuevo (y los que sigan)

Por Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 30 de diciembre de 2019 · 00:00

La ciencia en México no ha estado en la palestra de la disputa por la nación, no ha sido tema en la agenda de la opinión pública de ninguna época. No es un fenómeno exclusivo de nuestro país, lo que sí lo distingue de otros es que la ciencia no forma parte de una visión de Estado. Reitero, el Estado es un territorio y su población, no solo su gobierno.

En los últimos momentos de la Segunda Guerra Mundial la ciencia jugó un creciente papel estratégico no sólo durante el desarrollo de los acontecimientos y su explosivo final, sino en la definición del liderazgo mundial en la etapa inmediata, la Guerra Fría.

Cuando el bloque soviético obtuvo su propia bomba termonuclear y poco después puso en órbita terrestre un radio emisor, el Estado estadounidense se atemorizó y echó a andar toda su maquinaria institucional y financiera para impulsar la investigación científica.

Nada hubieran logrado por decreto, lo que se hizo fue promover una estrategia de seguridad nacional basada en la ciencia, desarrollándose disciplinas científico-sociales inclusive, como la Sociología del Conocimiento Científico. Los líderes organizaron diagnósticos globales y por disciplina en los que participaron academias y asociaciones científicas.

La misma Unión Soviética y las arruinadas democracias europeas hicieron lo suyo, aunque con motivaciones distintas, con una narrativa constructiva y comunitaria muy consistente.

En el caso de Europa, la base de su reconstrucción fue su historia de guerras entre naciones y la forma de hacerlo diferente sería juntos. Así hicieron con la ciencia, no fue sólo una política de un Estado sino comunitaria integral y gradual. Sus primeras instituciones comunitarias tuvieron que ver con la energía antes que con las mercancías, las finanzas y las personas; como la Comunidad del Carbón y el Acero, y la Comunidad de Energía Atómica.

Hoy día, la mayoría de los grandes proyectos estratégicos de ciencia del planeta son de la comunidad europea, no de un solo país. Telescopios ópticos y de radio de última generación terrestres y espaciales, el colisionador de hadrones, lanzaderas espaciales, gran parte de la conducción y administración de la Estación Espacial Internacional, por mencionar los más impactantes.

Asimismo, la formación de científicos es comunitaria, becas que permiten a los estudiantes de cualquier país de la Unión acceder a cualquiera institución pública europea universitaria, institutos y centros de investigación.

La comunidad científica mexicana, si bien existe, no es orgánica ni está suficiente, adecuada e integralmente representada en academias o asociaciones, que son más bien dispersas y por disciplina; no es ni ha sido un “grupo de interés” que pueda actuar como grupo de presión que incida en la agenda de la opinión pública y el poder, lo que es reflejo de su ausencia como una política de Estado.

Este sería el momento de hacerlo, hacer política; pero en nada ayuda que desde el gobierno, lejos de hacer política, de practicar el arte de lo posible, construir consensos, lo que se haga es patear traseros y desorientar al Jefe de Estado inventando fantasmas que no existen ni han existido, y confundir la administración pública con la investigación científica y, peor aún, tener una visión cerrada, personal, insustentable, poco seria sobre la ciencia misma.

En dicho panorama parece inútil intentar cambiar el rumbo. Lo que podría hacer la comunidad científica, dispersa en las universidades, institutos y centros de investigación del país, comience a hacer su tarea: organizar por estado, por región, consensos de lo sería un plan nacional de desarrollo de ciencia a corto mediano y largo plazo; además de una intensiva comunicación pública de sus quehaceres.

*Comunicación de la Ciencia UNAM-Ensenada

risita@dgdc.unam.mx
 

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