VOX@PÓPULI

Un violador en tu camino…

Por Dr. Álvaro de Lachica y Bonilla*
sábado, 7 de diciembre de 2019 · 00:00

Todos los que de repente nos asomamos a diferentes redes sociales, estamos atrapados con el performance realizado hace unos días en Chile, con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género; mientras, en la Ciudad de México, en la marcha que se protagonizó por la misma razón, varias decenas de mujeres jóvenes, con el rostro oculto, equipadas con martillos, cuchillos, gasolina, aerosoles y “aparato para dar toques”, pusieron en jaque a las mujeres policías que las correteaban, sin poder evitar que vandalizaran al mismísimo Palacio de Bellas Artes, además de varias paradas del Metrobús, puestos de periódicos y cualquier monumento que se les atravesara.

El 20 de noviembre un grupo de mujeres chilenas convocadas por el colectivo interdisciplinario “Las Tesis”, paralizaron las calles de Valparaíso para sumarse a las protestas feministas que fueron convocadas por esta fecha conmemorativa. El performance se viralizó a través de las redes sociales y ya ha sido replicado en Berlín, París, Madrid, Bogotá, Londres y en varias ciudades de México.

Las voces, los clamores: “el patriarcado es un juez que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que no ves”. El desmonte de las justificaciones. Es feminicidio, impunidad para mi asesino, es la desaparición, es la violación “y la culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía... El violador eres tú”.

La acusación sobre los perpetradores: “son los policías, los jueces, el Estado, el presidente”. La fusión del feminismo y la política: “el Estado opresor es un macho violador”, menciona la pegajosa tonadilla, pero en las primeras visualizaciones impacta su frase más categórica: “El violador eres tú”.

Es más que una canción, es cómo un mantra, una plegaria rebelde. No es un baile, ni una tabla gimnástica. Tampoco es arte marcial, es una demostración potente del siglo XXI. Puños cerrados, brazos cruzados, flexión de piernas, giro de hombros de izquierda a derecha y viceversa, señalamientos directos con el brazo izquierdo extendido.

Este reproche es más fuerte que el nombre de la canción. Nos taladra los oídos y se incrusta en nuestro inconsciente colectivo. Nos cae a los curiosos masculinos como una acusación venida de todos los siglos. Cuando ellas al pronunciarlo y elevan su brazo izquierdo para herir con el índice los cuatro puntos cardinales. La reprimenda obliga a repetir varias veces el video. Entonces comprendemos las palabras y se entra en el compás del baile, en la eficacia de los silencios. Parece que todo está cuidado, las filas en cuadrilátero de las ejecutantes, sus atuendos que no uniformes, los colores verde y negro de la causa feminista, los tapaojos negros.

Uno tiene que ver con lo tentador que puede resultar para muchos caer en el «así, sí», para seguir desprestigiando las otras expresiones del hartazgo, como pueden ser perjudicar un monumento o romper vidrios. Es cómodo quedarse en lo pegajoso de la tonada y lo vistoso de la coreografía, en este punto, me pregunto cuánto va a tardar un antro en programarla para ambientar el fin de fiesta, sin reparar mucho en la letra.

Este cántico, su letra, su ritmo precipitado de los pies de mujeres iracundas contra los suelos de las avenidas o de los descampados, es también el sonido que se precipita en la cabeza de uno cuando piensa en México que no termina cualquier semana sin que nos enteremos de tragedias como el caso de Abril Pérez: víctima sobreviviente, identificó a su agresor, lo denunció y alertó a los jueces que lo liberaron, que con esa decisión corría peligro su vida; desgraciadamente fue asesinada. O cuando uno se atraganta de indignación al conocer que de enero a septiembre de 2019, 2 mil 833 mujeres han sido asesinadas en México, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Sin embargo, de acuerdo con datos del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), solo 726 (25.6%) son investigados como feminicidios, mientras que los otros 2,107 asesinatos, como homicidios dolosos.

Resulta muy fácil lavarse las manos y poner la responsabilidad donde no nos toque, porque es más sencillo voltear para otro lado y hacernos los que no oímos y reconocer que también nos convertimos en violadores cuando cobijados por la masa y el anonimato, acosamos con la mirada o traspasando el espacio personal; cuando nos deslindamos de la responsabilidad afectivo-emocional; cuando nos volvemos parte de un sistema que vulnera mujeres, o las viola, las mata, las desaparece…

Por eso el epílogo es el mismo comienzo de la balada: “hay un violador en tu camino, el violador eres tú….

*Comisión Ciudadana de Derechos Humanos, A.C.

andale941@gmail.com
 

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