#Columna

Organismos empresariales

Por Heberto J. Peterson Legrand
lunes, 25 de febrero de 2019 · 00:00

(Con afecto a Gustavo de Hoyos Walther)

Hay organizaciones empresariales que poseen códigos o principios para normar su conducta dentro del ámbito social en que se desenvuelven y que tienen un verdadero sustento ético y profundamente humanista.

A éste tipo de organizaciones no deben pertenecer aquellas empresas ni individuos cuyo único interés es el lucro, empresas que no son más que registros para contabilizar ganancias y que no están inspiradas por ningún espíritu altruista, filantrópico y mucho menos humanista, empresas que viven a espaldas de la sociedad y que no se preocupan por el bienestar de sus trabajadores, no los capacitan, no sustentan su quehacer sobre valores éticos.

Las hay que prefieren dar oportunidad a los de afuera en lugar de a los locales que aquí luchan por buscar el bien de su comunidad.

No falta el empresario soberbio, ególatra, que sólo quiere que lo escuchen a él y es incapaz de abrir los oídos de la inteligencia para escuchar las propuestas que aquí se generan. Son empresarios que no saben ser solidarios, que se dejan llevar por intereses egoístas o por simpatías y no valoran con objetividad los proyectos que se les presentan, quizá porque no fueron generados por ellos sin importar que ese proyecto sea incluyente. Son tan miopes que son incapaces de ver la trascendencia de los mismos. Hay quienes se cuidan unos a otros para imponer criterios y no se abren al bien común.

Afortunadamente, por otra parte, nos encontramos con auténticos líderes por encima de su autoridad formal que saben escuchar, que tienen capacidad de análisis y los mueve el interés general. Gracias a éstos líderes los organismos tienen poder de interlocución frente al gobierno y otras instancias.

Los organismos cúpula que representan a las empresas cuando están dirigidas por auténticos líderes que saben trabajar en equipo, que tienen visión de futuro, una filosofía empresarial humanista y saben comprometerse con la sociedad donde participan, enriquecen el tejido social.

Estos líderes ven la empresa como una comunidad de personas que con sus talentos logran alcanzar los fines de ella y trabajan para obtener el bien común interno y externo.

Al empresario se le etiqueta muchas veces como un ser carente de sentimientos, frío, insensible a las necesidades de los demás, pragmático y cuyo único propósito es hacer dinero. Hombres que no saben de dignidad ni de respeto.

Los organismos cúpula tienen como misión la formación de empresarios con un perfil humanista. Deben cambiar la imagen negativa demostrando que son capaces de comprometerse con sus comunidades en obras que beneficien a la educación, la cultura y el bienestar en general.

La verdadera empresa reinvierte, se actualiza, se moderniza, arriesga capital, es fuente de trabajos, es necesaria para que el país prospere y mejore la calidad de vida de sus habitantes.

La empresa debe echar raíces en su comunidad, conocer e interesarse por su historia, por su Centro Histórico, por mejorar la infraestructura para atraer capitales y turismo.

El sentirse empresario es para tener un orgullo legítimo, porque día a día con su capacidad creativa y la iniciativa que debe caracterizarle contribuye enormemente a dilatar el horizonte de posibilidades de México.
 

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