LA COMEDIA POLÍTICA

Mientras tanto Peña...

Por Dan T.
viernes, 19 de abril de 2019 · 00:00

Cuatro meses y medio después de haberse quitado la banda presidencial que nunca le gustó porque le quedaba demasiado grande y a él le gusta la ropa apretadita, que lo haga lucir su esbelto cuerpo, Enrique Peña Nieto se asomó al balcón de su rancho en XXXXXXX (el nombre de este pueblo mexiquense se omite para evitarle la vergüenza a sus habitantes).

Quique, El Bello, respiró el aire fresco del campo y se quedó mirando al horizonte azul, el verde valle, a lo lejos el blanco Nevado de Toluca y comenzó a ponerse morado, porque se le olvidó soltar el aire.

Si no ha sido por su jefe de ayudantes que le dio un cachetadón para hacerlo reaccionar, el amado ex presidente estaría siendo velado en el estacionamiento del PRI. Por suerte para todos los mexicanos, Quique está sano y salvo, por lo que ahí, asomado en el balcón, comenzó a sentir añoranza del poder, de los años en la presidencia, de sus caminatas por Los Pinos, ya que siempre se perdía y en todo el sexenio no se aprendió el camino de su cuarto a la cocina.

Peña, oh, lord, se quedó como pensativo un rato. Y hay que decir “como pensativo” porque es imposible saber si realmente estaba pensando. De hecho, no hay prueba de que alguna vez lo haya hecho. Es por eso que resultó menos complicado conseguir tomarle una foto a un hoyo negro del universo que encontrar una idea surgida de la cabeza del añorado ex presidente.

Una vez que concluyó ese momento del día que dedica a parecer pensativo, Peña le preguntó a su fiel ayudante:

-¿Y cómo van las cosas en México?

-Señor, estamos en México.

-Bueno, sí, pero ¿qué pasó con Andrés Manuel? ¿Ya destruyó la economía?

-No, señor, de hecho no le ha ido tan mal. Según diversas encuestas su popularidad anda por el 80 por ciento.

-¡Qué bárbaro! Ya casi me alcanza.

-Sí, señor, ya mero. Aunque nunca tendrá la gracia que usted tiene.

-No, bueno, eso es obvio. Pobrecito AMLO. Pero también tiene lo suyo, hasta eso. Pensé que iba a ser más difícil tratar con él, pero ya ves que se portó muy cuate.

-Señor, le recuerdo que nomás le regaló la Presidencia de la República.

-Pues sí, hombre, pero ni modo de dejar que ganara el chicken little ese, Ricardo Anaya. ¡Imagínate! En lugar de estar aquí en el rancho, estaríamos tú y yo en Almoloya.

-¿Y yo por qué?

-¡Ah, qué gacho! ¿A poco me dejarías morir solo?

-¿A poco usted se habría ido a la cárcel conmigo?

-No, bueno, pero yo soy el presidente.

-Y yo el que siempre le resuelve los problemas.

-¡Uy, perdón! No pensé que ser la mano derecha del presidente de México te causara tantas molestias. Disculpe usted, su majestad. Oye, hablando de la realeza, ¿no sabes cuándo viene el rey de España? Quiero llevarlo a comer unas mojarras fritas a La Marquesa.

-Esteee, no creo que venga pronto, señor. Fíjese que AMLO le pidió que se disculpara por las atrocidades de la Conquista.

-¿En serio? ¿Pues no decían que yo era el pendejo?

-Todavía lo dicen señor.

-Será mejor que nos vayamos del país. ¿Sabes para cuándo inauguran el aeropuerto de Texcoco que dejé a medio construir?

-Ay, señor, no sé cómo decirle esto, pero AMLO canceló el aeropuerto.

-¿¿¿Qué??? ¿Y los negocios que teníamos amarrados?

-Se perdieron, señor.

-¿Y los empleos de toda esa gente?

-¿Se perdieron señor?

-¿Y las inversiones que iba a detonar el NAIM?

-También se perdieron.

-Uy, pues con esto que me cuentas, seguro los mexicanos ya me extrañan.

-Está usted perdido, señor.

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