Estelinte

Pericles, político ateniense era un excelso orador. Cada vez que mis oídos escuchan hablar al presidente López Obrador, pienso en lo que los griegos y los romanos consideraban un excelente orador.

Los recortes presupuestales se deben a un mecanismo para detectar actos de corrupción.

El recortar ayuda y no. Un corrupto consumado no necesita de recortes para quedarse con recursos públicos.

Detectar desvíos de recursos será parte de un mecanismo sexenal.

El recorte puede ayudar, pero esto ya está afectando la economía directa de la gente.

David Ricardo, proponía que para evitar actos de corrupción, lo primero que el Estado tiene que hacer es administrar de forma eficiente los dineros públicos.

En México, ese es el problema.
El dinero existe, pero se gasta en cosas superfluas que no tienen la mayor importancia.

El erario público mexicano ha soportado embates por siglos.

Si las cosas del dinero se administraran debidamente el escenario sería diferente.

En cualquier punto de la geografía nacional tenemos problemas y esto es derivado de un gasto deficiente del dinero.

No se trata de no gastar. Se trata de gastar bien.
Pero en México nuestra lógica política funciona al revés: gastamos lo que no tenemos y lo que sí tenemos lo gastamos mal.

Los endeudamientos que sufren todos los municipios del país, tienen que ver con los programas o las acciones que se necesitan implementar.

El mal gasto público hace que el país se endeude con cifras insospechadas.

En este sexenio, en que se está intentando que se destierre la corrupción los recortes a ciertas áreas estratégicas son para detectar dinero, pero quien está pagando el precio es el pueblo.

El Estado constitucional está diseñado para proveer a las personas un estado de bienestar.

Pero no se debe caer en la exageración.
Los impuestos y las contribuciones deben destinarse a las áreas fundamentales del país.

Para eso es el dinero público.

alfonsotorr@gmail.com