CARACOL, UN MUSEO PARA TI

La vocación de los niños

Por Dr. Roberto Machorro Mejía*
sábado, 27 de abril de 2019 · 00:00
Entre las muchísimas cosas que me impresionaron del libro “Cien años de soledad” estuvieron las descripciones que hizo García Márquez sobre la impresión de tocar el hielo y apreciar los efectos de un imán. A pesar de que eso no llevó a Aureliano Buendía ni a García Márquez a estudiar física, sí fueron experiencias inolvidables en sus mentes abiertas a sorprenderse.

¿Qué quieres ser cuando seas grande? es la pregunta que todos nos hicimos y seguimos haciendo a los pequeños. Bombero, policía, presidente de la república, etcétera, eran las respuestas típicas. Con el tiempo la respuesta fue cambiando, influida por los padres, la escuela, los compañeros; en fin, los factores son muy diversos.

La tecnología actual ofrece a todos un multiverso de información (no siempre cierta, con frecuencia, tendenciosa). Nos abruma por la cantidad y variedad. Ocasionalmente, nos impulsa a realizar algo más que la mera observación, pero en general acceder a ella es una actividad pasiva. La cantidad de información inhibe la capacidad de sorprendernos, nos hace pensar que todo está en internet, nada queda por hacer. ¡Cuán equivocados!

A pesar de internet y toda su información, presente desde hace más de 20 años, la matrícula en las universidades ha variado muy poco en ese mismo lapso. Las carreras de mayor demanda siguen siendo las mismas: medicina, abogacía, arquitectura, ingeniería, etc. En cambio, las carreras de ciencias siguen teniendo poca matrícula. ¿Será que la ciencia la hacen “otros”?, ¿qué no es para nosotros? ¿será que nace solita? La respuesta no es simple, todo lo contrario. Es abrumadora la evidencia que muestra la relación entre el progreso y bienestar de un país y su desarrollo científico.

Desde nuestro enclave, ¿podemos hacer algo para cambiar? Una opinión meramente personal es que, en general, la gente no relaciona el bienestar con la ciencia, se piensa que la ciencia es una disciplina difícil, fuera de nuestro alcance. Lo vemos con los resultados de las pruebas PISA y ENLACE. Hay un problema que se inicia desde la primaria y se propaga a todos los niveles.

Ensenada es una ciudad peculiar, como pocas en la República. Tiene una gran densidad de científicos, tan sólo superada en el DF, Morelos y Puebla. Se han hecho esfuerzos por que la población de la ciudad conozca lo que hacen los científicos, pero insuficientes. Es importantísimo que la comunidad de ciencias se acerque a la población de Ensenada, sobre todo a los pequeños; poner los conceptos modernos al alcance de todos, divulgar la ciencia. Sólo así se perderá el temor, se despertará una motivación de querer construirla nosotros, aquí, ahora.

El Museo de Ciencias Caracol es un detonante, sin duda, de esa comunión entre los niños y adultos de esta ciudad con su comunidad científica. Ya no será necesario hacer una cita para visitar laboratorios. Nos podremos acercar a cualquier hora, cualquier día. Preguntar, conocer, tocar, aprender. Eso va a acercarnos a la ciencia. Si los niños adoptan la idea de ser científicos, no habrá poder que les impida llegar a serlo. Sembremos esa idea en ellos.

*El autor es investigador del CNyN-UNAM y Asociado de Caracol

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