DESDE LA PLAZA SANTO TOMÁS

Lo que sucedió mañana - año 2026 - Mes de Agosto - 34

Por: Ricardo Harte*
lunes, 12 de agosto de 2019 · 00:00

Estuve sin moverme

y fui un árbol del bosque

y supe la verdad

de cosas nunca vistas

Ezra Pound


Ese día de Agosto del año 2026, era un día especial en la Plaza Santo Tomás.

Una llovizna lenta, lánguida y gris, cubría la plaza como un tul húmedo que filtraba la luz convirtiendo el escenario de muros, pisos, plantas, fuentes, caminos, árboles, normalmente pletórico de color, en un escenario de blanco y negro.

Habían aparecido los “hongos” de los paraguas y los empecinados “propietarios” de la Plaza, cumplían su rutinario y cotidiano paseo, al ritmo tranquilo de la propia llovizna.

La Plaza Santo Tomás, ahora barnizada con el agua brillante que se vertía de un cielo plomizo, mostraba nuevos espejos, reflejos, brillos que normalmente no estaban presentes.

La Plaza se lavaba la cara.
Los que sí luchaban por mantener su color de todos los días, eran los árboles. Los diferentes verdes parecían explotar de alegría con la caricia amorosa de esta llovizna bondadosa.

-Muy buen día Don Sebas- susurró Mercedes acurrucada en uno de los cafés, mientras sobaba el calorcito de la taza- Medio feo el día ¿no?

-Pues depende mí querida Mercedes. Estos días, para algunos, son, por el contrario, el contexto ideal para sumergirse en las blandas aguas de la melancolía, de la laxitud, de la añoranza. A veces la supuesta “tristeza” que provoca un día gris puede ser la inspiración de algunas de las más sublimes obras de arte. Por ejemplo, me acuerdo de una serie de Vicente Rojo, que se llama “Lluvia”. Para mí, ha sido uno de los más logrados trabajos de este artista.

-Bueno, visto así, tiene razón. Y si continuamos viendo el lado positivo de esta lluviecita jodedora, ni le digo lo que opinarán estos árboles hermosos que tenemos en la Plaza.

-¿Y usted sabía que estos “árboles hermosos” que usted señala hace unos años atrás no existían? Que esta calle era una especie de yermo blanco en que, los días de sol, había que cruzarla con lentes de sol, porque la luz no tenía ningún filtro, no existían las sombras.

-Sí mi querido Don Sebas. Usted olvida que no soy tan joven. Favor que me hace. Yo viví este lugar cuando era un lugar para llegar, comprar e irse. Poco a poco se fue llenando de lugares para convivir, de lugares para disfrutar un buen café, un buen vino, una buena comida. Me acuerdo muy bien de este lugar sin árboles. Bueno, más bien no quiero acordarme.

-No sé si usted sabe Mercedes, el sarcasmo que dice que por muy feo que sea lo que haya hecho un arquitecto, se arregla, y queda muy bien, con plantas, árboles y agua.

Mercedes largó la carcajada
-¡Huy mi Don Sebas! Conozco a más de un arqui que no le hará gracia el sarcasmo.

-¡Pues que vaya a la farmacia de la vida y compre unos kilos de sentido del humor! Incluso le hará bien a su salud mental el saber reírse de uno mismo.

-Caramba Don Sebas. Hoy sí que vino filoso. Creo que usted es uno de los que disfruta de estos días de lluvia triste.

-Sí, lo disfruto. Así es. Considero que pate de mi ADN, es como un árbol. Pertenezco a un bosque, pero tengo mis propias raíces, mis propias hojas. El estar inmóvil en parte de mi vida, me ha permitido observar al resto del bosque y entender, entender, entender. Y, lo más importante, aceptar. Los árboles no se explican sin los demás árboles. Un árbol solitario me da tristeza. Cuando un árbol está rodeado de otros árboles, su figura se agranda, su color brilla.

-¿Sabe qué Don Sebas? Siga dando nuevas ramas, nuevas hojas, nuevas sombras. No lo deje de hacer. Los días lluviosos tienen, entonces, otra magia.

Los charquitos de la Plaza se iban transformándose en espejitos de las nubes que pasaban con el mismo pasito tranquilo de la lluvia.

*Arquitecto nacido en Uruguay y radicado en la CDMX

ricardoharte@yahoo.com.mx
 

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