DESDE LA BANQUETA

Con todo respeto

Por Sergio Garín Olache
jueves, 15 de agosto de 2019 · 00:00

El distinguido René Bejarano, esposo de Dolores Padierna Luna, actual senadora de la República, trabajaba hace años como secretario particular en la oficina de Andrés Manuel López Obrador, jefe entonces del gobierno del Distrito Federal. Don René hacía en grande lo que siempre ha hecho: extorsionar, pero fue denunciado por los videos de cámaras ocultas entregados por Carlos Ahumada -el empresario argentino y novio de Rosario Robles Berlanga- obligado a llenarle a René maletín y todos los bolsillos del traje, por dentro y por fuera, con fajos de dólares. El empresario argentino pensó que con el pago (cooperación o cuello) compraba su seguro de “vida”, evitando la acusación del nuevo gobierno del Distrito Federal encabezado por el peje por delitos que resulten de incumplimiento de contratos de obra pública (fraude) celebrados con el gobierno anterior de Rosario Robles, su novia.

El peje dijo: “Al diablo con Carlos Ahumada” y los videos terminaron en las televisoras nacionales con la orden del peje del cese inmediato de René Bejarano, la acusación y el encarcelamiento del empresario argentino, quien fue tratado en prisión peor que un acusado de terrorismo. El odio y el rencor del peje hacia Rosario Robles quedó latente y hasta nuevo aviso. El momento llegó hace apenas unos días y el peje cobró con réditos la vieja afrenta.

Es de notar en ese mismo año, la caída por corrupción de un bejaranista de hueso colorado haya tenido poca repercusión en los medios, pues se trataba del director Jurídico y de Gobierno, Gustavo Adolfo Roque, en la delegación Tlalpan del DF, a cargo de la también bejaranista Maricela Contreras, su defensora hasta el último minuto. Roque se dedicaba al negocio Bejarano: extorsionar. Pedía hasta 140 mil pesos por no clausurar un restaurante que, con documentación en regla, siempre podía tener una mosca en la sopa. Los estanquillos pagaban mucho menos.

El discípulo no pedía tanto y llamaba “colegiaturas” las extorsiones mensuales a los negocios. Hacía, pues, lo mismo que los criminales que venden protección: “No sea que se te vaya a quemar tu negocio”, dice el mensaje de Los Caballeros Templarios michoacanos o de los cárteles de Tamaulipas. Lo mismo hacía el director Jurídico y de Gobierno: “No vaya a ser que mis inspectores encuentren motivo de clausura a tu cafetería, mira, tan bonita que se ve... Pero de seguro tienes cucarachas en la cocina...”. Y recogía la “colegiatura”.

No es un caso único, sino el común, es el modus operandi de la escuela de don René Bejarano y el modus vivendi de sus vivales cómplices. Así pasó con el nuevo dueño de Coyoacán, su delegado, Mauricio Toledo. Así hundió Dolores de Bejarano la alguna vez limpia y bella Zona Rosa, y llenó toda la Delegación Cuauhtémoc de ambulantes, fritangueras, antros tolerados, extorsionadores que avisan “yo le cuido su coche patrón”. Abundantes cuotas para el PRD de entonces y su “movimiento”. El tumor canceroso Bejarano-Padierna y sus metástasis en la Ciudad de México, parecen inextirpables hasta el día de hoy.
 

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