Informe feliz, feliz, feliz

“La oposición está moralmente derrotada”, expresó López Obrador al final de su mañanera disfrazada de Tercer Primer Informe de Gobierno, llevado a cabo el domingo pasado.

Aquella frase, que no tenía necesidad de proferir, más que para inflamar más su de por sí rechoncha arrogancia, fue la más aclamada y criticada por políticos, especialistas y sociedad civil. El informe, en sí mismo, no pasó de ser una letanía de pronunciamientos ambiguos y sus propios datos, repetidos hasta el cansancio en sus homilías diarias, desde que fue ungido presidente de México.

Muchos hubiéramos deseado que López Obrador generara un cambio e hiciera un ejercicio real de rendición de cuentas leyendo el informe frente al Congreso de la Unión, que el presidente del Congreso lo respondiera y la oposición fijara sus posicionamientos, para fomentar la comunicación entre los Poderes del Estado.

Pero parece que su deseo mesiánico de tener la razón en todo y el rechazo a ser cuestionado, lo orillaron a mantener la tradición foxista de entregar el documento a las Cámaras, sin comparecer ante ellas. A final de cuentas, cayó en la misma simulación de los gobiernos anteriores.

Como sea, no hubo algo nuevo bajo el sol enfermizo de la Cuarta Transformación, ni sobre el templete erguido en el patio del Palacio de Gobierno, rodeado de invitados selectos, por aquello de preservar la modalidad de los ambientes controlados, con “aplausos y no reclamos”.

Palabras felices, sin resultados medibles ni palpables.

Mostrando su clásica sonrisa cínica, el ganso sabio profirió que vamos bien. La economía ha crecido poco, pero no hay recesión. Es menos injusta la distribución de la riqueza, por lo que hay más desarrollo, bienestar y la inversión extranjera es mayor que nunca.

Luego de escuchar la incoherencia entre el mensaje y la realidad, no queda más que reírse o ponerse a llorar. No hay que ser doctor en finanzas para entender que, si la economía se paraliza, no hay crecimiento, inversión, inflación, bienestar, desarrollo ni nada. No estamos en crisis financiera, hasta ahora, sino dentro de un “estancamiento estable”.

Los años pasados, el Producto Interno Bruto andaba en 2.6 por ciento. A partir de que López Obrador se sentó en el trono presidencial, ordenó disminuir el gasto público y cancelar proyectos clave para el país, el crecimiento se desplomó hasta 0.2 por ciento en el primer trimestre de 2019 y en el segundo estuvo en cero por ciento.

Seguimos en las mismas, con actividad económica casi nula, dentro de una burbuja de aparente estabilidad que va a reventar en cualquier momento, si no se le presta la atención debida.

El problema con la inversión extranjera es que el gran aumento de 1.5 por ciento fue el más débil desde 2014; además, sufrió una desaceleración bastante importante, en comparación con los años anteriores, según información de la Secretaría de Economía.

En cuestiones de la incidencia delictiva, admitió que los resultados no son buenos, por lo que se compromete a serenar y pacificar al país. Aún seguimos sin entender cómo lo hará, si a pesar de la repartición de cartillas morales y exhortar a los delincuentes a portarse bien, la violencia sigue aumentando.

En otros temas, como apoyos sociales, becas Jóvenes Construyendo el Futuro y “huachicoleo”, no existen indicadores para corroborar los resultados. Así que no nos queda más que tener fe.

Por cierto, las grandes ausentes en el informe fueron ciencia, tecnología, arte y cultura, por lo que parece que no son parte del plan de la 4-T.

El Primer Tercer Informe de Gobierno del ganso sabio fue un discurso demagogo de sus propios datos inmedibles, con el que justificó una y otra vez su desorganización trayendo a colación los errores de gobiernos pasados. En efecto, mantendrá su popularidad entre los que aún le creen, aunque ajeno a la realidad del país.

¿La oposición está derrotada? Bien dijo Felipe Calderón hace algunos ayeres: “No hay victorias permanentes ni derrotas para siempre”.