DESDE LA PLAZA SANTO TOMÁS

Lo que sucedió mañana – año 2027 – mes de enero – 55

Por Ricardo Harte*
lunes, 13 de enero de 2020 · 00:00

Cuando navegamos hacia nuestra alma, nos encontramos, al final del camino, con las estrellas. De allí venimos. ¿Lograremos salvarnos de nosotros mismos?


La Sala de Tintos de la Plaza Santo Tomás estaba abarrotada.

Eran las siete y media ya pasadas, la charla empezaba, según programa, a las ocho de la noche y ya no había una sola silla vacía.

Seguía llegando público atraído por el tema de la conferencia y, sobre todo, por el conferencista.

Era él un hombre destacado en los quehaceres de la política y del pensamiento reflexivo.

Superaba ya los noventa años de vida y continuaba viajando dando conferencias, participando en la política en su país de origen, opinando y, sobre todo, dando ejemplo de congruencia entre su manera de pensar y su forma de vida.

José Mujica se había convertido en un personaje “imán”: su palabra hipnotizaba, su presencia era magnética. Su vida, fascinante.

Con dificultades llegó al estrado, se sentó y esperó, con impaciencia muy poco disimulada, a que terminaran las elogiosas palabras de presentación.

Silencio. Las antiguas barricas de madera, imponentes en su tamaño, parecían empequeñecerse cuando Mujica se acomodó en su asiento, tomó el micrófono y recorrió lentamente con su mirada al auditorio atestado de un público paralizado.

Silencio. Sentado en el elegante sillón que le habían destinado, parecía un intruso, con su ropa ya usada muchas veces. Pulcro y descuidado.

Sus palabras comenzaron a flotar en el ambiente. Lentamente. Casi con desgano. Palabras que se desesperezaban buscando las miradas, los gestos de cada uno de los asistentes. Un hombre viejo, cansado, mostrando una energía que parecía no tener fin.

“Las ratas siempre llegaban a la misma hora, sobre la una de la madrugada. Visitaban la celda cada noche, con idéntica misión: cazar migas. Ahí tenías una referencia. Otra era el cambio de guardia. Se va generando el oficio de ser preso”, recuerda Mujica.

“Después de la pena de muerte, la soledad es uno de los castigos más duros”, continúa.

Y así fue tejiendo sus ideas, rememorando aquello que le servía de argumento para sostener lo vertebral de sus propuestas: “Creo que el hombre aprende mucho más de la adversidad, siempre que no lo destruya, que de la bonanza”.

“No sé si perdono. Pero la naturaleza nos puso los ojos hacia adelante, y hay cuentas que nadie paga, ni se debe intentar cobrarlas… Cuando tenía un colchón estaba contento. O una taza de agua. O si podía orinar. Descubrí que nos hacemos unos líos bárbaros por nada”. Y continuó hilvanando el tejido de la alegría, del optimismo, de la honradez.

“Soy de los hombres que creen que lo mejor siempre está por venir”.

En el auditorio ni las moscas intentaban moverse. Todos intentaban absorber ese momento mágico de escuchar el tono de voz, los gestos, los colores, las sombras de un momento real, que no podía ser reproducido por ninguna foto, ningún video. La experiencia real en que todos los sentidos servían de antenas para escuchar, ver, oler y sentir hasta el más mínimo gesto del hombre que había caminado por la vida demostrando con sus actos que el buen vivir para los demás es posible y es necesario.

Planteó sus ideas sobre el valor del dinero, sobre lo que significa consumir, sobre el papel que juega en la vida de cada ser humano, el tiempo personal, el tiempo del gozo,

“¿Qué es el legado de un tipo en el universo? Somos menos que un piojo. El legado es haber vivido al mango (peso), con aciertos y con errores. Triunfar no es tener plata, es levantarse cada vez que uno se cae”.

El estruendo de los aplausos y vítores hizo que Mujica se sentara y se encogiera, como queriendo desaparecer, mientras mantenía esa mirada y esa sonrisa de picardía. Las preguntas se sucedieron ininterrumpidamente. Terminó la sesión. El grupo de amigos salió lentamente, caminando las reflexiones.

-Creo que lo que hemos vivido amerita una buen vino y una buena charla…En ese orden ¿no?, propuso D. Sebas.

-Pues si. Este cuate nos pone a ejercita el hamster-, agregó Mercedes

-De acuerdo. Tengo muchas dudas, mucha confusión. Tenía la idea de que era un hombre de izquierda, pero oyéndolo hablar no sé cómo ubicarlo, comentó casi para si misma Doña Elsa.

-Justamente. De eso se trata. Cuando alguien puede predicar con el ejemplo, creo que hay que escucharlo y revisar nuestras opiniones, sentenció D. Sebas.

Cerrada la noche. El público asistente se distribuía por los diversos locales de la Plaza, para cenar, brindar, comentar lo que habían vivido.

Ya habían pocos grises. Las sombras eran casi todas negras, intensas. La luz de la Plaza invitaba a quedarse. El buen vino ahí estaba.

*Arquitecto nacido en Uruguay y radicado en México desde hace más de 30 años

ricardoharte@yahoo.com
 

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