DESDE HOLANDA

Una mañana linda

Por Dianeth Pérez Arreola
miércoles, 22 de enero de 2020 · 00:32

El día que escribo estas líneas, el tercer lunes de enero, es conocido por ser el día más deprimente del año. El Blue Monday se hizo popular hace años cuando un investigador de la Universidad de Cardiff demostró mediante varios estudios que este día es el más triste del año.

Desde el punto de vista meteorológico en enero siempre está nublado, lluvioso, tiene pocas horas de sol y esto lo hace sombrío y melancólico. Medio millón de holandeses sufre de depresión invernal cada año, lo que atribuyen a la falta de luz solar. Pero el resto del año no va mejor; Holanda tiene más de un millón de adictos a los antidepresivos.

Desde la perspectiva económica contribuye al Blue Monday la “cuesta de enero”: un periodo difícil para recuperar el balance tras las vacaciones y los gastos de fin de año. En este mes nos enfrentamos también a nuestros propósitos de año nuevo, cuya motivación inicial quedó atrás junto con las fiestas decembrinas.

Desde que regresé de México cada que abro la puerta por las mañanas siento el frío, el viento helado y a veces la lluvia, pero dentro de mi cabeza empieza a sonar la canción “Una mañana” -en la versión de Café Tacuba, no de José José- y me siento inmune a cualquier factor meteorológico deprimente.

De hecho, me siento inmune a todo tipo de molestias; el clima, la gente, el tráfico… saber que en unos meses me voy de aquí me ha provisto de una capa de teflón que hace que todo se me resbale. Voy por la calle sintiéndome conocedora de un secreto muy especial que me dota de paciencia y buen humor infinitos. Ya me imagino, me recomendarán y con razón, que los conserve para lidiar en México con el calorón, los cafres del volante y la contaminación.

A la menor oportunidad le cuento al que se deje, que me mudo a México en julio; al dentista, a las madres de los compañeros de clases de mis hijas, a las amigas de mis amigas. Hasta ahora solo he recibido buenos comentarios. En una plática con la maestra de mi hija mayor noté que ella estaba tan entusiasmada como yo y no dejaba de repetir lo emocionante que encontraba la idea. Les digo que daré clases en la que fue mi universidad, que tengo además otros proyectos y que ya quisiera estar allá para empezar cuanto antes.

Nunca fui víctima de la depresión invernal; es más, la considero un motivo bastante soso para deprimirse. Era peor recibir correos de rechazo -o ninguna respuesta en absoluto- cada vez que solicitaba un trabajo: esos corroen la autoestima y la esperanza. Los comentarios bienintencionados también lastiman; “empieza por un trabajo muy básico”, “no deberías apuntar tan alto”.

Esta mañana el indicador de la temperatura marcaba tres grados. Tuve que caminar sin rumbo una hora mientras el carro estaba en el taller. Cruzando la calle rumbo a la escuela casi me atropella una bici que no paró en el cruce de peatones. Yo sigo sonriendo y canto en mi cabeza: una mañana, una mañana linda…
 

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