LA HUELLA DEL COYOTE

¿Puede el ocio convertirse en un vicio?

Por Lic. Laura Barajas Martínez*
sábado, 30 de mayo de 2020 · 00:00

Antes que nada, ¿qué es el ocio? El término ocio es ante todo un término polifacético. Puede referirse a una persona singular, a un grupo (ocio infantil, juvenil, tercera edad, alumnos especiales, etcétera), o puede estar referido a la sociedad en su conjunto. También puede concebirse el ocio desde una perspectiva temporal, como un tiempo, como un conjunto de actividades o como un estado del espíritu.

Como explica Dumazedier (1974) “el ocio es un conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede entregarse de manera completamente voluntaria tras haberse liberado de sus obligaciones profesionales, familiares y sociales, para descansar, para divertirse, para desarrollar su información o su formación desinteresada, o para participar voluntariamente en la vida social de su comunidad”.

Por otro lado, expresamos nuestra concepción de ocio como una dimensión de la cultura caracterizada por la vivencia lúdica de manifestaciones culturales en el tiempo/espacio social. Así, el ocio se constituye en la articulación de tres elementos fundamentales: la ludicidad, las manifestaciones culturales y el tiempo/espacio social.

Juntos, estos elementos configuran las condiciones materiales y simbólicas, subjetivas y objetivas, que pueden o no hacer del ocio un potente aliado en el proceso de transformación de nuestras sociedades, volviéndolas más humanas e inclusivas (Gomes, 2010).

Desde el siglo XIX el concepto de ocio está muy vinculado a las categorías ‘trabajo’ y ‘tiempo libre’ concebidas desde una perspectiva sociológica. Para muchos estudiosos, entre los cuales se destaca Dumazedier (1979), el ocio surgió en la modernidad europea en los siglos XVIII y XIX como fruto de la Revolución Industrial acontecida en esa época, en los principales centros urbanos de Europa.

Para él, el ocio se contrapone al trabajo y corresponde a una liberación periódica del trabajo en el fin del día, de la semana, del año, y de la vida cuando se alcanza la jubilación. Independiente de que la ocurrencia histórica del ocio sea ubicada en la Grecia clásica o en la modernidad europea, es posible observar que Europa, con sus prácticas e instituciones, es considerada desde esta visión como imprescindible y determinante para el ‘surgimiento’ del ocio. Así, se perpetua la idea de que existe una historia universal de modernidad y de ocio, una historia que ubica a Europa en una posición central.

Por otro lado, se dice que el ocio (tiempo libre) se divide en dos: en elementos cuantitativos, siendo una duración del tiempo libre, contenidos con qué llenarlo y disponibilidad de recursos; y elementos cualitativos, siendo actitud personal, variables socioculturales, condiciones del medio y calidad de los contenidos (adaptado de López Andrada y otros, 1982).

Podemos resumir todas estas consideraciones aludiendo sencillamente a la actitud con que el individuo se enfrenta a su tiempo libre. La actitud personal va a ser el elemento fundamental para conseguir un mejor aprovechamiento del ocio, hasta el punto de entender éste como una especie de filosofía de vida: “dime cómo vives tu ocio y te diré qué clase de persona eres”. Este modelo de conducta se desarrolla en torno a tres ejes fundamentales: la autonomía, el autotelismo y la vivencia placentera (Trilla, 1993).

Ahora, ¿cómo es que la gente llega a ver el ocio como algo negativo? En la actualidad se distorsiona la palabra ‘ocio’ con ‘ociosidad’, por lo cual la palabra ocio —siendo un nivel superior— no es necesariamente algo negativo, ya que es importante tener tiempo libre para desarrollar otro tipo de actividades que aporten valor en la persona; como aprender idiomas, practicar deportes, viajar, estudios profesionales o simplemente para descansar después de una larga jornada de trabajo y pasar tiempo con nuestros seres queridos y/o amistades.

La ociosidad —siendo un nivel inferior— es “el vicio de no trabajar, perder el tiempo o gastarlo inútilmente”. Ya que se connota el problema cuando no se tiene otra actividad, por lo cual la mente ociosa se torna en una mente ‘mona’ siendo una que brinca constantemente de un pensamiento a otro, sin objetivos ni fines de logros; en consecuencia, teje la urdimbre de cosas banales e insustanciales para el proyecto de la existencia, el cual tiene un propósito: que el hombre sea feliz a través de un desarrollo objetivo y positivo (Lesbia Gómez Suero 2019).

*Promotora del Departamento de Psicología Aplicada de Universidad Xochicalco campus Ensenada
 

...

Comentarios