BAÚL DE MANÍAS

La necesaria belleza

Por Ma. Cristina Álvarez-Astorga
martes, 19 de enero de 2021 · 00:06

A estas alturas del partido, quien esto escribe ha escuchado mucha música. No “toda la música”, porque eso sólo diosito, pero mucha. Y, de momento, sólo se le ocurre repetir lo que alguien ya dijo: “La música es la verdad que no termina”. También puedo repetir otro dicho, todavía más chido: “La música es más bella que la belleza”. No siempre lo es, pero a veces. A ello debería aspirar, digo.

“La música es más bella que la belleza” lo dijo el maravilloso (extraordinario, sorprendente, inusitado) Francois Couperin (1668-1733), compositor, organista y clavecinista francés. Y, créame, amable, paciente y simpático lector que, si usted escucha sus “Barricadas misteriosas”, tal vez está de acuerdo con él.

Esa pieza de música puede ser más bella que la belleza. Es increíble. Son solamente 53 compases, ni siquiera tres minutos… Y no hablemos de la cantidad de tinta que se ha gastado en discutir en qué consiste lo misterioso de las susodichas barricadas.

Es la Sexta pieza de su segundo libro de obras para clavecín. Ahí está: https://www.youtube.com/watch?v=KIiYCort4LM .


Es fabulosa, ¿sí o no? Y las piezas que están antes y las que le siguen son también absolutamente geniales. Ahí las encuentra usted: https://www.youtube.com/watch?v=3dOQB0oCIxA .


Aquí podría yo escribir “apaga la luz y vámonos”, pero nones, como dijo Tom Jones, porque me quedan como 250 palabras... Y, a estas alturas del partido, me pongo a pensar en cuántas músicas me han impresionado realmente de tal manera que me han llenado la vida.

Pienso, por ejemplo, en los Conciertos de Brandemburgo, de Bach, interpretados por la Orquesta Filarmónica de la UNAM en el patio del Palacio de Minería (Ciudad de México), bajo la dirección del inolvidable Eduardo Mata; pienso el Bolero de Ravel, con la UAEM, en el Alcázar de Castillo de Chapultepec; pienso en Sigur Rós en el Festival Coachella de Indio, California.

Pienso en el Concierto para clarinete de Mozart en la Iglesia de Piedra; pienso en el Concierto para violín de Beethoven, con Hermilo Novelo, en el Palacio de Bellas Artes; pienso en la 40 de Mozart en el Auditorio Che Guevara allá en la UNAM; pienso en Soda Stereo en el Antonio Palacios acá en Ensenada; pienso en King Crimson allá en el cine Metropolitan de Chilangolandia.

Pienso en Pink Floyd acá en el Jack Murphy de San Diego; pienso en Procol Harum y Jetrho Tull (en San Diego); pienso en Il Giardino Armonico tocando a Vivaldi y en el Cuarteto Arditti tocando a Beethoven en el Teatro Benito Juárez y… ¡Uf y recontra! ¡Qué músicas, qué músicos!... ¡Qué tiemposh aquellosh!

Pero, volviendo al pandémico mundo real, debo decir que ahorita estoy escuchando el Segundo libro de obras para clavecín de Couperin y pienso que, de momento, no hay nada más bello que lo que él compuso, hace ya más de trescientos años… Pero luego me acuerdo de que acabo de escuchar “Aheym” (2013), de Kronos Quartet, con música de Bryce Dessner.
https://www.youtube.com/watch?v=_6_A66k8u-U&t=2237s .


Definitivamente Bryce Dessner sabe cómo poner juntas las notas que se gustan. El próximo martes le voy a platicar a usted sobre ese CD. De momento, sólo puedo agregar “buen provecho, con permiso, gracias”…

¡Ah! Y… ¡Abur! (Del vasco “agur”, y éste del lat. “augurium” “agüero”. Interjección que se usa para despedirse).

bauldemanias@hotmail.com 

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