DÍA DEL SEÑOR

III Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B (Mc 1, 14-20)

“Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron” Por Carlos Poma Henostroza
sábado, 23 de enero de 2021 · 00:00


El evangelio de hoy, es muy parecido al del domingo pasado, porque también nos habla de la vocación. Dios quiere comunicarse con nosotros, nos habla, nos llama, y nos encomienda la tarea de hacerle presente entre las demás personas, a través de nosotros.

Dios nos habla también y nos llama en la vida cotidiana, en el trabajo de todos los días, como a los primeros discípulos, que estaban pescando. También es interesante saber que Dios no nos pide cosas extrañas, ni imposibles de realizar, sino más bien nos da las fuerzas necesarias para que lo podamos llevar adelante. Dios quiere contar con nuestra colaboración, con nuestra disponibilidad, que no hará nada sin nosotros, sin nuestro SÍ.

Los escogidos de Dios son instrumentos suyos para la conversión que Dios desea realizar en medio de su pueblo, pero la conversión siempre exige un cambio de vida: incluye, primero que todo, dejar el pecado. Pero no basta esto. Es necesario pasar a una segunda fase: “creer en el Evangelio”. Y creer en el Evangelio significa vivir según el Evangelio. Es necesario vivirlo en la práctica.

La conversión y el seguimiento a Jesús es un proceso diario. Con ello avivamos en nosotros y en los que nos rodean la presencia de este Reino de Dios. La conversión implica un diálogo, un acercamiento íntimo y vital al Señor, éste diálogo y este acercamiento íntimo tiene especial relevancia y significado en la celebración eucarística. Es a través de este sacramente cuando nos realizamos plenamente como humanos y como verdaderos hijos de Dios, en comunión con el Padre a través de su Hijo Jesús, presente en la Eucaristía.

La vocación tiene también un carácter comunitario, es decir, que Dios no nos llama a nosotros solos, ni de manera individual, sino que lo hace en grupo, en comunidad, en Iglesia. Y la primera actividad que hace Jesús en su vida pública es formar un grupo para vivir el proyecto del Reino de Dios al que ha sido llamado por su Padre. No quiere hacerlo solo, no porque no pueda, sino porque el estilo de Dios es otro. Y cuando nos llama a cada uno, también lo hace con otros, para que nuestra acción sea comunitaria.

La unidad comienza por nuestras propias comunidades, por nuestras parroquias, que no nos sintamos como extraños, como desconocidos, cada uno sentado en un rincón de la banca y esperando el “pueden ir en paz” para salir corriendo.

Nuestra vocación es más familiar, más fraterna. El Señor nos reúne cada domingo en torno a la Eucaristía y nos trata como a hermanos: “Este es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; esta es mi sangre… hagan esto en memoria mía”.

¿Se imaginan a los discípulos en la última Cena mirando el reloj y esperando que aquello se terminara cuanto antes? Recemos y pidamos por la unidad de todas las Iglesias cristianas, empezando por la unidad de nuestra propia familia, de nuestra comunidad parroquial.

Que el Señor, nos invita a seguirlo, los acompañe, proteja y bendiga siempre.

cpomah@yahoo.com

 

...

Comentarios