DÍA DEL SEÑOR

III Domingo de Adviento. Ciclo C

Solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe Por: Carlos Poma Henostroza
sábado, 11 de diciembre de 2021 · 02:36

Queridos hermanos, en México celebramos a la Virgen de Guadalupe dentro del III Domingo de Adviento. Esta fiesta de solemnidad para muchos pueblos de Latinoamérica. El Papa Pío X la proclamó como “Patrona de toda la América Latina”.

América está de fiesta y nosotros, pidiendo la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe. Dios puso sus ojos en ella, en efecto, María recibió la noticia, de parte de Dios, que sería la Madre del Salvador, del Hijo del Altísimo.

La visita a Isabel, no solo permite compartir lo acontecido en ambas, sino también es ocasión de una fuerte presencia del Espíritu Santo en Isabel. Esta escena anuncia lo que será la Iglesia, lo que desea Dios Padre a todas sus creaturas: concederles el acompañamiento del Espíritu Santo para que cada uno realice la vocación y misión que Él ha sembrado en su corazón, compartiéndola con los que le rodean, con sus contemporáneos, y de esta manera, hagan presente a Dios Padre, en medio del mundo. En otras palabras, para continuar la labor de Jesucristo en cada generación de la humanidad.

Debido a nuestra fragilidad humana nadie puede vivir su vocación aisladamente, necesitamos compartir la experiencia de lo que se mueve en mi interior cuando escucho la Palabra de Dios, cuando veo la necesidad de mi prójimo, cuando percibo el dolor y sufrimiento en los enfermos, en lo que sufren injusticia, o en quienes son víctimas de un drama o de una tragedia.

Hay que darle cauce a lo que surge como iniciativa en favor del necesitado, y descubrir a quienes comparten conmigo esos mismos sentimientos para unirnos en la solidaridad y practicar la caridad.

Ahora podemos recordar, con inmensa gratitud, a qué ha venido María de Guadalupe a nuestras tierras de México y América. Ella quiere manifestar su amor, ternura, consuelo y auxilio a quienes desean conocer a su Hijo, a quienes quieren ser fieles discípulos de su Hijo Jesucristo y corresponder a su vocación, también a quienes se encuentran agobiados, atribulados, desamparados, sin esperanza.

No se trata de un consuelo o una motivación transitoria, Ella quiere alimentarnos de la Palabra de Dios que es su Hijo Jesucristo, y conducirnos a la Eucaristía para nutrirnos del Pan de la vida, para que seamos fuertes y valientes ante las asechanzas del mal, y demos siempre fiel testimonio del amor de Dios por sus criaturas, y obtengamos finalmente la vida eterna, como hemos escuchado en la primera lectura: “Los que me coman seguirán teniendo hambre de mí, los que me beban seguirán teniendo sed de mí; los que me escuchan no tendrán de qué avergonzarse y los que se dejan guiar por mí no pecarán. Los que me honran tendrán una vida eterna”.

Por eso, no podemos quedarnos de brazos cruzados, siendo meros espectadores en el mundo de hoy, estamos llamados a ser constructores de la sociedad que desea Nuestro Padre común, debemos superar los odios y violencias de todo tipo, y manifestar con claridad, que reconocemos la común dignidad de todo ser humano, buscando por ello el bien común por encima del bien personal, familiar, sectorial e incluso nacional, bienes legítimos que ciertamente disfrutaremos, si mantenemos como prioridad, edificar la civilización del amor.

En este inesperado y terrible año, debido a la Pandemia, sabiendo que no hemos podido venir a visitarla, sin duda alguna ella se encaminará presurosa, y entrará a nuestras casas para que nosotros, como Isabel, quedemos llenos del Espíritu Santo, y convirtamos nuestro hogar en una casita sagrada, con la Presencia de nuestra querida madre, María de Guadalupe.

Ahora, ante su Imagen, expresémosle la invitación para que nos visite, entre a nuestros hogares, y recibamos el consuelo de su amor.

Que Nuestra Madre santísima de Guadalupe, los acompañe, proteja y bendiga siempre.

cpomah@yahoo.com

 

 

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