LA MARAÑA CÓSMICA

Esta población evoluciona, es posible entenderlo así… sin miedo.

Por: Dr. Rolando Ísita Tornell*
lunes, 13 de diciembre de 2021 · 00:39

El miedo es consustancial a nuestra especie, es la expresión evolucionada del binomio ataque-huida de millones de otras especies, radica en el cerebro. No se reduce a la amenaza depredadora, al peligro frente a las fuerzas de la naturaleza y menos ahora, después de ~300 mil años de haber salido de África, 13 mil de llegar a este territorio.

Covid 19 ha permitido observar cómo la manada en el planeta no ha variado en su reacción frente a la amenaza invisible para la mirada como cuando éramos una singularidad africana, un poco más evolucionados que nuestros parientes simios mayores.

La evolución de la especie mutó los tejidos de la laringe, lo que permitió convertir los gritos y gemidos en símbolos sonoros, en palabras luego talladas en piedra, después en delgadas hojas de material natural, para acordar, convocar, explicar, organizar hasta que la degeneramos en mentir, engañar, profanar, regañar, insultar.

El miedo es el motor de la especie para sus decisiones, siempre la menos mala según Spinoza, porque no se conoce el todo para tomar la mejor. A mayor conocimiento del exterior, mejores decisiones. Las peores cuando la realidad es desfigurada por el miedo en la imaginación, las creencias, los fantasmas.

Se acepta que el Universo cambia, evoluciona, que se crea materia cada vez más compleja en las estrellas, que hay un origen, una causa, una singularidad, una condición inicial, una evolución desde entonces hasta donde estamos. Observar el cielo nocturno es mirar cómo fue el pasado.

Se acepta que el planeta cambia desde ser una esfera densa de dinámico fuego que ha hecho costra en su superficie, que evolucionó hasta tener una atmósfera respirable, habitable, que sigue cambiando y es donde ahora estamos parados todos.

Se acepta que hubo una célula originaria, una “Eva mitocondrial”, condición inicial, bipartiéndose en otras hasta evolucionar en billones de especies vivas. Hay una coherencia continua asombrosa desde el primer hidrógeno, helio primordial, hasta el bebé más recientemente nacido.

¿Por qué entonces es a tan difícil aceptar que existe una evolución cultural de la especie, que sigue cambiando? Ya he comentado en otras ocasiones que biólogo genetista Nobel, Jackes Monod lo ha propuesto, también propone su origen en el habla.

El reto de los cambios en la naturaleza echa a andar al miedo. En la evolución cultural, ese miedo se ha enfrentado con conocimiento de las causas, la magnitud y dirección de los retos, de los cambios, o la “huida” (supercherías, creencias, premoniciones, violencia física y simbólica (gritos, gesticulaciones, pasmo, golpes, flechas, balas, bombas, exclusiones).

Hoy, ese miedo al cambio social se documenta, se justifica, se escribe de manera semejante a las tentaciones del “cuchareo”, para que el fenómeno observado se ajuste a mis creencias, se justifica, se documenta y se eligen los datos que cuadren con mi creencia de que no se debe cambiar, que todo quede como estaba, “siempre ha sido así”.

Si los semejantes de la Lucy, de apellido afarensis, hubieran actuado así, hace un par de millones de años ya nos habríamos extinguido.

Nunca ha sido realista que las decisiones sean las mejores, son las menos malas.

La cultura, si nos apegamos a la propuesta evolutiva de Monod, es todo aquello que hacemos los humanos que ya no forma parte de nuestra fisiología y parece no haber mucha voluntad para aceptarlo así.

Los que habitamos en esta geografía del planeta solo somos una manada, un fragmento del rebaño de toda la especie dispersa en la superficie de Tierra. Covid 19 ha permitido observar que el comportamiento simbólico de especímenes de este rebaño es similar en todos los países: Los retos y los cambios que dan miedo.

Frente al simiesco ataque-huida, lo menos malo son los hechos, las evidencias , los datos confiables sin “cucharear” para ajustar la realidad los prejuicios, no creencias, no negaciones, pasmos, inmovilismo.

Comencemos por comprender la historia, la evolución de una población que nos es lineal, es compleja pero comprensible, no la de un individuo que representa legal y legítimamente a la mayoría de esta población, según reglas culturales aceptadas por todos, en la condición inicial de 1821 y las covalencias con otras poblaciones dispersas por el mundo.

*Periodista y comunicador público de la ciencia DGDC UNAM

risita@dgdc.unam.mx

 

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