UNA MIRADA HACIA LA INFANCIA

El cierre de un ciclo

Por: Psic. Laura Elena Beltrán Padilla*
jueves, 30 de diciembre de 2021 · 00:46

El cierre de año, con cierta nostalgia o no, según lo acontecido, invita a la reflexión. Lo que sí, casi llegamos a la meta de los 365 días tan anhelados. Como diría un pequeño de mi familia: “Esto es un privilegio”.

Con el cúmulo de retos, para pequeños y grandes, algunas personas sacan el máximo provecho y viven intensamente, mientras otras, son más relajadas y viven de manera más simple, sin tanto agobio y estrés. No cabe duda, influyen la personalidad y la jerarquía de valores para analizar lo acontecido, decidir qué queremos mantener y lograr al ver hacia adelante.

En particular, algo que acostumbro cada año es cerrar mi agenda física y abrir la nueva. A la anterior, le agradezco el tiempo pasado, pues le tomé cariño debido a que fue mi cómplice en múltiples tareas. Me hace rebobinar, al dejarla en un pequeño estante, pues en eso se centró mi energía todo el año.

Mucho de nuestro pensar lo ha sido la contingencia sanitaria: Extremar precauciones por la posibilidad de contagio en lo que llegó la vacuna. Para algunos, este año en particular, ha representado grandes desafíos, tales que, la contingencia sanitaria ha quedado en segundo plano, por la pérdida de un trabajo o, más aún, por la vulnerabilidad de un ser querido. Yo lo denomino: “Tsunami emocional”.

Hace un año, no hubiera pensado en pasar por varias situaciones personales de impacto, pero, no cabe duda que, los seres humanos podemos ser resilientes ante situaciones adversas, y, navegar contra corriente. La naturaleza nos obliga a ver para otro lado, hacia un punto que no habíamos visto por la inseguridad y el miedo en muchos casos.

Se me viene a la mente un libro muy ilustrativo llamado: ¿Quién se ha llevado mi queso? de Spenser Johnson. Trata en una fábula sobre la resistencia al cambio, del cómo podemos ver otras opciones, arriesgarnos y emprender nuevos caminos (desafíos).

Los personajes, por cierto, son ratones y personas que tienen lo necesario para “ser felices”, pero algo los hace sentirse muy frágiles y, por ello, deben decidir si quedarse en donde están o moverse de lugar. Es un libro de motivación, muy para mi punto de vista.

No cabe duda que, hay cosas que podemos prever y muchas otras cosas que no, pues llegan de improviso, sin avisar. Los espirituales suelen pensar que alguien decidido ese momento, los economistas que es cuestión de buena o mala administración, los “pesimistas” que les tocó porque les tenía que tocar.

Ahora bien, los niños viven el presente y esperan con ansias ciertas festividades. No es que le reste importancia a los pequeños y grandes desafíos, pero la actitud, no cabe duda, influye mucho en el quedarse atorado en la pesadumbre.

Esto impacta a los integrantes cercanos. Las catástrofes forman parte de la naturaleza y la pandemia ha hecho sus estragos. Pero, ¡Aquí estamos! Tenemos la oportunidad de estar leyendo y posiblemente tomando un café recién molido.

Algo que no debe perderse es la motivación de emprender o realizar algo nuevo, por más simple que sea. Si tan solo salimos de la rutina, evitamos el dar vuelta solo en nuestro propio eje, en 360 grados, e intentamos otras direcciones, estaremos aportándole más tiempo a nuestros días.

Al final, la vida sigue su curso, el instinto de supervivencia nos hace movernos. Lo que sí, cuando las barreras del miedo acaparan la mente, estás suelen paralizar y generar angustia. Entonces se deja de ser creativo y de tener cierta paz.

Deseo que en la cuenta regresiva de este 31, escuchemos, de la voz del reconocido locutor Don Mario Lamadrid, su legado a Ensenada aún sonado en la radio, el “Brindis del Bohemio”.

Solo falta que levantemos la copa, comamos uvas y gritemos al unísono ¡Feliz año nuevo!

*Posgrado en psicoterapia de niños

laurabelpad@gmail.com

 

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