LA COMEDIA POLÍTICA

La 4Tamales

Por Dan T.
miércoles, 3 de febrero de 2021 · 01:08

¿En qué se parece la Cuarta Transformación a un tambo de tamales de dulce? En que causa mucha emoción cuando llega, pero mucha decepción cuando se abre.

Ayer fue el Día de la Candelaria, o como se conoce en México: el Día Nacional del Tamal. Estoy seguro que la Virgen de la Candelaria jamás en la vida supo, ni vio y mucho menos probó un tamal, pero en su honor hoy los mexicanos logramos ponernos de acuerdo en algo: aumentar el índice de obesidad en el país.

Muchas veces cuando veo el largo y complicado proceso que requieren algunos platillos, no puedo evitar preguntarme: ¿qué diablos estaba pensando quien lo inventó?, ¿de plano no tenía nada mejor que hacer en la vida? Estarás de acuerdo que se necesita ser muy, pero muy forever alone para sentarte un día a mirar el firmamente y decir: “Voy a preparar un platillo que requiera dos días para comérselo en dos minutos”.

Quienes saben el arte de hacer tamales (por supuesto yo no lo conozco, tengo los brazos necesarios, pero no sé cómo hacerlos), saben que el proceso empieza con la preparación de la masa, desde que se muelen los granos hasta que se bate como si fuera rumbera, lo cual requiere la fuerza y la paciencia de toda la porra del Cruz Azul.

Lo curioso es que cada región del país tiene su propia versión del tamal. El otro día descubrí los tamales sonorenses que resultaron ser una auténtica delicia, pese a que los preparan hasta con ¡aceitunas! Lo más interesante fue que finalmente descubrí por qué los gringos siempre dibujan los tamales con una envoltura como de dulce, con moñitos en los extremos.

Resulta que justamente así es como los hacen en Sonora. Entonces, seguramente, esos son los únicos tamales que llegan calientitos del otro lado de la frontera. Ah, pobres gringos, jamás sabrán lo que es el platillo gourmet por excelencia de los chilangos: la guajolota. Estoy seguro de que si Trump se hubiera comido una torta de tamal siendo presidente, en lugar de construir un muro, nos habría puesta alfombra roja a los mexicanos.

En muchos lugares de México, de hecho en todos los lugares que no son la Ciudad de México, no entienden cómo diablos los chilangos nos comemos una bola de masa dentro de otra bola de masa. Y, pues sí, hay que reconocerlo: comerse una torta de tamal equivale a hacerse un taco de chilaquiles.

Pero, bueno, si en esta ciudad tenemos un Desierto de los Leones que es bosque y no tiene leones, ¿por qué no habríamos de comer masa sobre masa?

Si pensamos en términos políticos, un tamal de salsa verde es como ser el diputado: todos quieren, todos pueden, todos lo buscan. Si el tamal es con carne de cerdo en lugar de pollo, entonces equivale a ser diputado plurinominal.

En cambio el tamal de rajas con su pedacito de queso blanco es un lujo como el de ser senador, no cualquiera lo merece. Los tamales oaxaqueños son como las diputaciones locales: te los comes cuando ya no alcanzaste de los otros. Y finalmente está el tamal de dulce, que es el tamal de color rosa y con pasas. Ese es como el petista Gerardo Fernández Noroña: nadie, nunca, jamás lo quiere. ¡Ni regalado!s
 

...

Comentarios