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Sigue siendo un enigma: lo que cambie a raíz de la pandemia ¿es lo que queremos que cambie?

Por Ricardo Harte*
viernes, 23 de abril de 2021 · 00:00

Creo que es un tema que, de alguna forma u otra, está en el zoom de todos nosotros y que lo hemos disimulado, también de alguna forma u otra.

Los primeros síntomas de que “todo va a cambiar para que todo siga como está”, son alarmantes.

Corremos, la humanidad entera, hacia un precipicio del cual no habrá regreso. Como las ratas del Flautista de Hamelin, sólo con la diferencia que lo hacemos con celulares, laptops, Facebook, twiter, memes, amazon, zoom y demás parafernalias de la enajenación del confort, gritando alegremente “todo ha cambiado, todo ha cambiado”.

Me permitiré transcribir un fragmento de un artículo publicado en ctx, el 07.05.20, por MIRCO.

“…nos preguntamos “si volveremos al mismo tipo de vida, al mismo modelo productivo y mercado de trabajo precario, al mismo modelo de sociedad desigual” (Moreno).

Nos inquieta si retornaremos a la destrucción del planeta, a la crisis como estado normal (Klein), a las democracias que se vuelven autoritarias (Laval y Dardot), a la austeridad de los recortes y las privatizaciones (Navarro), y al cierre ineficaz de fronteras, o a una poderosa vigilancia digital (Han).

O si, en cambio, esta crisis sanitaria y social puede asestar un golpe letal al capitalismo (Žižek), al consumismo acelerado (Harvey), al dualismo cartesiano humano/naturaleza (Lebrón) y a nuestra destructiva movilidad (Han), que actúe como catalizador de luchas sociales existentes (Mezzadra) o para producir nuevos marcos de movilización social (Alba Rico y Herrero)…”.

Ante este alud de dudas y preguntas que parecen señalar un camino fatal e indefectible, podemos encontrar síntomas esperanzadores que permiten rescatar el antiguo “dogma de fe” de que la sociedad humana encuentra siempre una salida a las hecatombes, a los desastres, a las aniquilaciones, sorpresivo, creativo, inesperado.

Un ejemplo de ello, es la permanencia, contra todos los pronósticos de los “opinólogos” de 1994, del movimiento del EZLN. Sin entrar a la polémica bizantina de si es un movimiento verdadero, necesario, sano…o no, es indiscutible que algo que mantuvo al movimiento en pie, fue la red del internet.

Con ello lograron contactarse con el resto del planeta y crear una muralla protectora de información. Un movimiento armado de escopetas, palos y piedras, se enfrentó a la amenaza de un ejército entrenado, armado y protegido con la consabida impunidad y, hasta la fecha, se mantiene en pie. Denunció y desafió, con sus propuestas provocadoras e irrespuetuosas, a todo un sistema blindado por la corrupción institucionalizada.

Otro ejemplo del S.XX fue, y sigue siendo, el enfrentamiento del pueblo irlandés ante la prepotencia, soberbia, inhumanidad y desprecio del imperio inglés. El gobierno británico intentó por todos los medios (fuerza militar, pánico, asesinatos, sobornos, mentiras, alianzas, etc.) de quebrar el orgullo de un pueblo con un claro sentido de su nacionalidad, y fracasaron. Ni siquiera lograron mitigar el sentido de humor del pueblo irlandés. Y así es como ahora existe una orgullosa, independiente, soberana República de Irlanda.

Y ejemplos alentadores hay, por suerte, muchos: Vietnam, India, Marruecos, etc.

Algunos pensadores de este adolescente S. XXI (Victor Toledo) sostienen que ni las urnas ni la armas serán las vías para que las comunidades humanas logren construir un mundo más justo, con una distribución equitativa de las riquezas que se generan, con respeto y diálogo hacia nuestra sede planetaria, con valores que permitan mantener la vida, con igualdad de oportunidades, con vivencias permanentes de los derechos más elementales de los seres humanos.

Que la vía será la organización civil, el tejido de comunidades con necesidades comunes, la lucha del “pueblo por el pueblo”, la imposición de verdaderos paradigmas que destruyan los actuales paradigmas del individualismo sobre la colectividad, del egoísmo como actitud imprescindible del éxito.

Me permito citar otro párrafo de la misma fuente:
“El sostenimiento de la vida pasa entonces por construir vínculos fuera de la lógica mercantil del consumo (de personas, de cosas, de espacios, etc.), y nos conduce hacia nuevas formas de hacer política y de habitar territorios.

Tal vez, como predice Han, “el virus no vencerá al capitalismo”, pero es posible que uno de sus efectos (al menos en nuestro ámbito más cercano) sea el fortalecimiento de los movimientos sociales existentes, el refuerzo de los discursos y prácticas de cuidados, y la reactivación de una parte del tejido social adormecido tras el ciclo de movilizaciones de 2011, que en este caso toman el espacio digital para autoorganizarse”.

*Arquitecto uruguayo radicado en México desde hace más de 40 años

ricardoharte@yahoo.com.mx

 

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