ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS

El ocaso y la tragedia de los comunes

Por Andrea Guía Ramírez*
jueves, 10 de junio de 2021 · 00:00

Cuando observamos un mapa, podemos ver definida la línea costera, aquella que limita el ambiente terrestre y marino. Sin embargo, ésta no ha sido estática, ha cambiado a través del tiempo, muestra de ello es la presencia de organismos que vivieron en ambientes marinos y hoy, algunos de sus fósiles, están entre los cerros a kilómetros de las costas.

La línea costera es altamente dinámica, procesos como el aumento en el nivel del mar, movimiento de los continentes, así como las mareas, las tormentas o las desembocaduras de los ríos, pueden ocasionar erosión y deposición de sedimentos que la transforman.

La configuración actual comenzó a definirse hace unos 10 mil años atrás, cuando una serie de cambios climáticos comenzaron a suceder y un rápido aumento en el nivel del mar inundo las plataformas terrestres, estabilizándose hace unos 6 mil años.

Elementos como dunas costeras, depósitos sedimentarios, entre los que se encuentran la roca bola, y diques naturales hoy son algunos de los elementos protectores de nuestras costas, y son el resultado de procesos que tomaron varios miles de años en establecerse.

La trasformación costera se ha acelerado por el cambio climático, que tiene como consecuencia un rápido aumento en el nivel del mar, además de las transformaciones antropogénicas por la construcción de obras de infraestructura, extracción de materiales pétreos y destrucción de las dunas y playas costeras.

En Baja California, la presencia de numerosos sitios arqueológicos cercanos a los litorales costeros, así como sus evidencias materiales, muestran una estrecha relación de los grupos humanos antiguos y los recursos costeros, utilizados como parte de su subsistencia que nos dan información de los cambios costeros y las adaptaciones como respuesta a dicha transformación.

Los asentamientos más antiguos se extienden a unos 10 mil años atrás, y solo se han recuperado en sitios ubicados en algunas islas. En la parte peninsular las evidencias parecen ser más recientes, escasos sitios se han fechado entre los 9 y 8 mil años y las más con edades menores a 7 mil años.

Estas fechas parecerían indicar que la presencia del hombre en la parte peninsular fue a partir de los 9 mil años, sin embargo, podría ser el reflejo de la perdida de los sitios más antiguos por las transformaciones costeras antes planteadas.

Lo que es un hecho es que la estrecha relación del hombre con las zonas costeras ha perdurado durante milenios. De acuerdo a la ONU, en la actualidad cerca del 10% de la población mundial vive a menos de 10 metros sobre el nivel del mar, y podría verse afectada por los embates del cambio climático y la destrucción de los ecosistemas que proveen servicios como la mitigación de los efectos de tormentas y huracanes.

Dicho lo anterior deseo evidenciar tres aspectos fundamentales que ponen en riesgo la estabilidad de las zonas costeras y los paisajes asociados a ellas. La primera, la destrucción de Playa Hermosa, que podría tener efectos negativos en otras zonas distantes; la segunda, la extracción de canto rodado en la costa de San Quintín, que podría causar desequilibrio y erosión en el litoral costero; tercero, la extracción de arena en arroyos que impacta de forma negativa el transporte de sedimento a la zona costera.

Estas acciones, si bien dejan derrama económica para algunos, privatiza los bienes comunes, donde se destruyen elementos con valor ecológico y cultural que benefician a gran parte de la población, y que podría llevarnos a sufrir lo que una vez describió el biólogo Garrett Hardin como la tragedia de los comunes.

*Investigadora del CinahBC
 

 

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